viernes, 29 de abril de 2016

Una mentira, la nieve.


I.

Una mentira, la nieve.

La blancura de la nieve.

La apariencia limpia del mundo.

Su cubierta de pureza.

Si hasta un muerto común, bajo la nieve, parece un santo.

¡Cuánta mentira, la nieve…!


II.

Para dignarse a mirar el mundo, Dios tiene que lanzarle nieve.

De lo contrario el asco.

De lo contrario el espasmo.

De lo contrario el vómito.

Por eso tiene que lanzarle nieve.

Un día, sin embargo, dejará caer más de la cuenta
y será el fin de todo esto.

La eternidad posible.

El paraíso blanco.

El fuego frío.


III.

No lava el mundo, la nieve.

No lo esteriliza.

Tampoco lo bautiza, ni lo limpia de pecado.

No lo conserva fresco por más tiempo.

Que no nos mienta la nieve.

La belleza es otra cosa.

O al menos eso dicen.


IV.

Bajo la nieve, el mundo, también miente.

De una forma sucia, incluso, él nos miente.

La hierba que crece, nos miente.

Las flores de colores, sobre el pasto.

Las voces de los hombres, sobre el mundo.

Todo miente.

Y es que es cierto: poco puede hacer la nieve.

Poco podemos pedirle.

No seamos hipócritas…

Lo que no puede el corazón, no lo puede la nieve.

El asco de Dios –y no Dios-, es lo que inunda mi pecho.

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