martes, 12 de abril de 2016

Entre una estación y otra.


Iba en el metro. Concentrado. Leyendo y a la vez escuchando algunas conversaciones de personas en el vagón. Entonces de pronto vi la maquinaria. Sentí la maquinaria. Me refiero a que descubrí que no iba, solamente, en el metro. Iba también en un reloj. E iba en un tipo de reloj que medía el tiempo de una forma que hasta entonces desconocía. La distancia en palabras, me refiero. Sensaciones esparcidas a lo largo del camino. Ya ni sé cómo decirlo. Una frase, por ejemplo: empezaba en una estación y terminaba en otra. Empezaba y terminaba de ser dicha, por supuesto. Y claro, esa frase -la misma del ejemplo-, provenía a veces de una sensación, que ya ni siquiera sabía en qué sitio quedaba. Y claro… todo eso se me reveló –ahí en medio del vagón-, como algo indudablemente maravilloso. No sé si me explico. Era como descubrir la maquinaria y descubrir también que el engranaje en que vamos, está a mitad de camino. Siempre a mitad de camino. Esparciéndose en el camino. Frases como haces de luz. Sensaciones como líneas que se hacen en el agua: Eso somos. Eso fuimos. Eso sentimos. Cosas así me dije. Siempre entre una estación y otra. Tantas personas. Tantas palabras. Tantas sensaciones. Y yo pensando que estoy aquí. ¡Qué iluso…! Un perro, abajo, me mordió el pantalón. Una chica sonrió. El libro entre mis manos, incluso, se deshizo. 


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