jueves, 28 de febrero de 2013

¿Y si en realidad quiero perderme?



No lo voy a decir.

No lo quiero decir.

Pero a veces no decir, basta.

Me refiero a esa acción poco delicada
de arrancarse los pies
y dejarlos en el camino.

Pero claro…

No lo quiero decir.

Y es que de cierta forma
todo debe funcionar
como una huida…

Me refiero a hablar con los otros,
por ejemplo…

Hablar con ellos sin que noten
que estás haciendo un túnel
desde el interior de ti mismo.

Pero claro…
no lo voy a decir.

Porque uno debe seguir en el camino
y respetar las reglas.

Esa es una de las claves.

Otra es no decir.

Y otra,
-y esta va por mi cuenta-,
es dar pistas falsas.

Porque quizá en el túnel
caben dos,
por ejemplo.

O quizá incluso
no es un túnel.

No sé si me explico.

Ojalá que no,
por cierto,
porque no quiero arruinar
la sorpresa.

Me refiero a tocar tu hombro
mientras hablo en otro sitio.

O a despertar un día
al lado tuyo:

Sin pies.

Sin palabras.

Sin que adviertas siquiera
que estaba hablando
directamente contigo
cuando decía
-y no decía-,
estas palabras.

Y es que no lo voy a decir.

No lo quiero decir.

Pero a veces no decir, basta.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Tom & Jerry & Tom & Jerry & Tom & Jerry y etc.



Más allá de la música, que me parecía sobresaliente en algunos casos, nunca fui muy asiduo a las animaciones de Tom & Jerry.

Sinceramente, no recuerdo haber analizado las razones, aunque recuerdo, paradójicamente, que una vez hice un trabajo referente a las vanguardias artísticas y al periodo checoslovaco de estos personajes –dentro de una gama de otras series animadas realizadas en aquel país-.

A pesar de aquello, intuyo que la idea de esas continuas persecuciones me sonó siempre a farsa, es decir, a la prolongación de un juego que no tenía objetivos claros y en el que se utilizaban todas nuestras fuerzas, sin reflexionar demasiado.

Casi como la vida, ahora que lo pienso.

Con todo, lo que sí me llamaba la atención de pequeño era la actitud de Tom al atrapar a Jerry. Y es que de cierta forma, parecía no haber un serio convencimiento sobre qué hacer con el ratón luego de atraparlo… era casi como cumplir con una parte de su labor, con una meta, pero luego había que dejarlo ir, si se quería seguir realizando acciones con sentido.

Así, imaginaba yo que Tom, cuando atrapaba a Jerry, no atrapaba realmente al Jerry que perseguía, sino que pasaba inmediatamente a darse cuenta que era otro Jerry el que debía atrapar y entonces un nuevo Tom comenzaba la persecución y bueno… así hasta el infinito. O hacia lo contrario de este, más bien.

Y es que no es solo pasar a ser otro Tom u otro Jerry, sino que aquella acción pasaba a constituirse –pienso ahora-, en una especie de renuncia. Renuncia a lo que se era hasta ese instante… a lo que parecía darnos forma… Y en última instancia, aunque se hiciera con el fin contrario, renuncia a nuestro sentido más profundo.

¿Debió entonces Tom comerse a Jerry?

¿Era ese el paso necesario para alcanzar un nuevo sentido?

Pues no creo que sea tan simple, si soy sincero.

Y es que el problema de fondo en todo esto, es, en gran medida, que no se tiene hambre… -ni hambre de Jerry, ni hambre de ser-, y que se ha decidido mirar al ratón, en vez de mirar al mundo.

No haga usted entonces como Tom –no diré aquí como Jerry pues este es simplemente la excusa-, y cómase hasta a sus hijos, si es necesario, cuando llegue el verdadero hambre.

Recuerde que se trata, sin duda, de una oportunidad única.

martes, 26 de febrero de 2013

Todo lo que olvidamos.



-Yo me acuerdo poco de Mario, pero supongo que hace buena pareja con Lidia pues de ella tampoco me acuerdo mucho.

-¿Y tampoco te acuerdas de… eh…?

-¿De quién?

-Pues de… de…

-No te esfuerces, no creo que me acuerde.

-No me esfuerzo, no creas...

-Pues pareces cansado… agotado…

-¿Puedo encender el ventilador?

-Sí, pero apúntalo hacia el otro lado.

-¿El otro lado…? ¿Cuál es el otro lado?

-El otro po, hueón… el que yo te digo…

-¿Y de qué sirve que encienda el ventilador hacia ese lado?

-¿Y de qué sirve que lo enciendas hacia el otro…? O ya que estamos… ¿de qué sirve que lo enciendas?

-¿A qué te refieres?

-Pues me refiero a Mario, a Lidia, a los que olvidamos… ¿de eso hablamos, no?

-Pues no sé, yo preguntaba algo y quería encender el ventilador, según recuerdo.

-Pero hablabas sobre el otro lado.

-Yo no hablaba del otro lado.

-Claro que hablabas. Querías evitar el otro lado.

-Pero eso no es hablar del otro lado.

-¿Y qué es?

-Es distinto, es como mirar una foto en blanco… eso no es mirar una foto.

-¿Qué foto?

-¿Ves? No hay foto.

-O no me acuerdo de la foto.

-¿No es lo mismo?

-No.

-Pues si prendes el ventilador hasta una foto en blanco, esta puede volarse, de pronto…

-Creo que no nos entendemos… ¿qué tiene que ver esto con Mario y con Lidia?

-Todo lo que olvidamos tiene que ver… todo está junto y se lleva bien… no hay problema entre las cosas que olvidamos.

-¿Es así?

-Es. Estoy seguro.

-Pero ¿y qué pasa entonces con…?

-¿Con quién?

-Pues con… eh…

-No pierdas el tiempo, no creo que vaya a acordarme yo tampoco.

-¿Acordarte de quién?

-No sé… de ella, quizá… o de encender el ventilador… o de mirar una foto en blanco.

-Pero entonces…

-Entonces enciende el ventilador. No importa el lado.

-¿Y si la ciudad entera se viene abajo?

-La ciudad no es una foto en blanco. La ciudad resiste.

-¿Pero puedes olvidarla?

-Pues sí… claro que puedo... supongo que sí…

lunes, 25 de febrero de 2013

¡Qué más quisiera yo...!

“Es que estoy contando solo lo que vi,
y no lo que veo.
No sé repetir, solo sé una vez las cosas”.
C. L.


Ganas de olvidar lo que sé.

Eso sería un buen deseo.

Desleer a Sarduy, a Faulkner, a Fante.

Olvidar a Nemirovski, a Clarice, a la O´Connor.

Que me suene a nada Eurípides, Schopenhauer, Spinoza…

¡Qué más quisiera yo…!

Ir hacia atrás un poquito, en eso que aparentemente sé.

Foster Wallace, Sartre, Dostoievski…

Capote, McCullers y hasta Bukows…

No haber sido el hueón que se leyó Umbral

¿Se han puesto a pensar en la belleza de esas pérdidas?

Olvidar las canciones de Cohen, de Dylan y hasta de Brel…

¿Se imaginan escuchar por primera vez Ámsterdam…!

¿Abrir por azar a Murakami…?

¿Ver por primera vez a Kaurismaki o el BerlinAlexanderPlatz?

Ese sí que sería un deseo ben gastado.

Olvidar lo que sé… lo que sabemos…

Los cuadros de Magritte, los grabados de Hiroshige..

Los panecillos asados con queso de cabra, cebolla y soya.

¡Qué más quisiera yo!

Volver a leer a Chejov, a Rimbaud, a Kazantzakis…

La cerveza sin filtrar con toques de jengibre y pimienta negra.

Olvidar la nieve.

Olvidar lo que uno mismo puso en duda.

Ver por primera vez una jirafa.

Olvidar el daño, tanto el hecho como el recibido.

Dejar de contar lo que vi.

Dejar de repetir…

Sí…

Simplemente eso.

Eso es lo que deseo.

Descubrir algo juntos, quizá.                                                    

Algo sencillo, incluso...

¡Qué más quisiera yo!

domingo, 24 de febrero de 2013

La cicatriz a través del espejo.

“-Sí es un título cursi –dijo Vian-,
pero no hay otro”


Tras quemarte con el sol se deja ver una cicatriz. En un costado. Pero no la recuerdas. Es nítida y hasta parece reciente, en principio, pero como ya dijimos, no hay memoria sobre aquello. Y es que en principio no es importante, claro. En principio. Además, en unas semanas se irá la marca del sol y entonces la cicatriz volverá a ocultarse. Eso es todo. O eso puede ser todo. Sin embargo, algo te lleva a insistir. Vuelves al espejo. La cicatriz a través del espejo. Parece nombre de telenovela argentina, piensas. La cicatriz a través del espejo. Así, comienzas luego a pensar otras cosas. Muchas otras cosas. Aunque de vez en cuando vuelves al asunto de la cicatriz. Y claro, es como golpear una pared donde alguna vez hubo una puerta. Nadie abre ya, esos recuerdos. Un pozo cegado. Un instante. Tocas entonces la cicatriz con una de tus manos. La acaricias, casi. También lo ves por el espejo. La caricia a la cicatriz a través del espejo. Aunque eso no suena. Y sí, descubres de pronto que quizá se trata de eso. Es decir, se trata de la cicatriz ahora. La cicatriz es esto y está en mí. La cicatriz es ahora. La descubro ahora. Acaba de nacer, la cicatriz. Sonríes. Apenas, pero sonríes. Miras por último tus ojos en el espejo. No apartas la mirada. Eres, descubres, un recién nacido. Tus ojos.

sábado, 23 de febrero de 2013

Permanecer en el tiempo.

“Es preciso tener mucha fuerza de voluntad
para no dejarse llevar a la eternidad
y permanecer en el tiempo”


Un chico habla por acá
sobre permanecer en el tiempo.

Lo escucho de mala forma
y además esa frase me suena
a cosa equivocada,
como a un deseo de perdurar
o de alcanzar fama, quizá…

Con todo,
fijándome un poco más
noto que verdaderamente
él está hablando de otra cosa.

Y es que el tiempo
donde busca permanecer aquel chico,
es bastante similar
a la idea de instante;
un tiempo en el que había que flotar
como en el agua
si querías permanecer,
y no hundirte en la eternidad.

Es como cuando ando en la moto,
explica,
o sea… tú me ves… yo estoy en la moto,
en el tiempo…
es decir, yo permanezco en la moto,
¿me entiendes…?
Pero si yo paro dejo de estar ahí, en la moto,
yo me descalabro y me parto en mil
y quedo disperso en la eternidad…
Y es que la eternidad no es linda,
 ¿sabe usted…?

Así, de tanto escucharlo,
resultó que al final me dieron ganas de subir un rato,
y claro,
en algo tiene razón…
es tentadora la eternidad,
el deseo de soltarse,
me refiero…

No hablo de dejar de ser,
sino de dispersarse…
soltarse del tiempo,
si se quiere…

Finalmente, una esquina más allá,
veo otro moto llevando un ataúd
que se atraviesa justo
en medio de la calle.

Ese ya se soltó del tiempo,
comenta el chico,
lo tentó la eternidad…

Y claro,
yo le doy la razón
y le pago la carrera.

Lo tentó la eternidad,
repito.

viernes, 22 de febrero de 2013

Aquello a lo que yo lastimo.

“Aquello a lo que yo lastimo
y a lo que doy golpes
no es un ser,
sino la nada disfrazada de hombre
y que para siempre permanecerá hombre”
A.A.


Lastimo.

Menos ya, porque me alejo,
pero lastimo de igual forma.

Me gusta eso,
sin embargo.

La herida abierta…
el daño que despierta,
me refiero.

Los bordes que limitan
el dolor.

Eso marca nuestra forma
a fin de cuentas.

Por eso lastimo.

De vez en cuando se regresa,
es cierto
y te destroza.

Pero volverse a armar también
es saber un poco más de nosotros.

Ordenar mi biblioteca,
reubicar aquello que soy…
dolerme junto a lo que lastimo.

Ahora bien,
debo confesar que hoy por hoy
he decidido dejar los trozos dispersos.

Se vienen tiempos extraños.

No sé detalles,
pero sé.

El alcohol marca mis pasos
esta noche.

Tropiezo con aquello que soy.

Tropiezo con aquello que fui.

Vago entre aquello que seremos.

Esos son mis únicos golpes, pequeña.

Amo aquello que lastimo.

jueves, 21 de febrero de 2013

Mujeres que pelean a cuchillos.

“Las vírgenes buscan más lo bello que lo natural,
yo busco que la naturaleza sea más bella
que lo insólito”.
A. Artaud.

Me gustan las mujeres
que pelean a cuchillo.

Especialmente las que ganan.

No importan cicatrices
ni marcas
ni miseria alguna
que haya traído consigo
la pelea.

Yo las prefiero así.

Heridas incluso,
pero con la victoria
a cuestas.

Y es que amo a esas mujeres.

Las que envenenan el cuchillo.

Las que perdiendo muerden
hasta arrancar la carne.

Las que saben que hay que temer,
finalmente,
otra cosa…

Me gustan las mujeres
que lanzan cuchilladas a Dios.

Las que escupen tras vencer.

Las que se arrancaron el corazón
para pelear con menos peso.

Amo a las mujeres que abandonan
a los muertos.

Las que por amor
abandonan a los muertos.

Las que no esperan
que de la tierra nazca un cuchillo
para liberar amarras.

Amo a esas mujeres.

Las que prendieron fuego a sus posesiones.

Las que buscan ir más rápido que sus recuerdos.

Las que cortaron sus manos
aferradas a hijos no nacidos.

¡Cuántos gritos cuando atacan…!

¡Cuántos gritos cuando triunfan…!

Me alimento de esos gritos.

Mi corazón se alimenta de esos gritos.

Amo esas mujeres porque arrancarán mi corazón
cuando las deje.

Nada quedará de mí
cuando las deje.

El mundo entero
se desgarra
y ellas lo desgarran.

Yo las prefiero así.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Usted sabrá.

“La libertad es la dialéctica de dos categorías:
de lo posible y de lo necesario”.
Soren Kierkegaard.


Usted sabrá.

Yo hice mi parte y cumplí.

Los detalles están dentro del sobre.

No hay cifras dentro, por cierto.

No busque.

Y claro: no hay cifras porque no quiero cifras.

Y es que las cifras ensucian todo…

Le contaría una historia, incluso, para ejemplificar aquello.

Pero de cierta forma eso también sería hacer números, pienso ahora.

Y como le decía, no quiero números.

Por eso en el sobre no hay números.

Yo simplemente cumplí con mi parte.

Usted sabrá.

Cualquier comentario me lo deja en el sobre.

Ese que está sobre la mesa.

También le dejé un lápiz.

Yo por lo menos, como le decía, estoy tranquilo.

Tranquilo pues cumplir con mi parte fue algo así como cumplir con mi todo.

Y eso llena de un cansancio agradable.

Como si hubieses levantado tu propio peso.

Igualito que cuando cargan a la novia la noche de bodas.

Solo que acá no hay boda.

Ni novia.

Solo noche y el peso que cargas que en realidad es el tuyo propio.

Llevarse puesto, digamos.

Es lindo eso, después de todo.

Y bueno… dejarte caer justo en el sitio al que tenías que llegar.

Descansar un poquito.

Seguir.

Esa es la verdadera dialéctica.

La unión de lo posible y lo necesario, en una misma categoría.

martes, 19 de febrero de 2013

Perder cuidado.



-¿Señor Wingarden?

-…

-¿Señor Wingarden?

-Dígame.

-Es que es algo raro de explicar… ¿podría mejor abrir la puerta de la habitación para hablar cara a cara?

-No puedo.

-¿No puede abrir la puerta?

-Eso puedo… pero no puedo hablar cara a cara.

-¿Prefiere así entonces?

-Pues en realidad prefiero nada…

-Es que eso no va a poder ser…

-Comprendo. Diga usted.

-Pues verá… resulta que me han enviado nuevamente a cobrarle la multa que le fue impuesta hace un par de días…

-…

-¿La recuerda usted…? Esa por usar máscara y vestimenta con frases ofensivas hacia un grupo étnico…

-La palabra gringo no representa un grupo étnico.

-Lo sé… pero ya hablamos de aquello y se le han perdonado a usted muchas cosas.

-Pues no puedo salir si no es con máscara… ustedes deberían comprender.

-¿Y piensa entonces irse así, sin dar la cara ni un momento?

-Ya le dije que no tengo cara…. Ni rostro, ya que estamos…

-Pues le advierto que esta vez el señor Vian no podrá firmar a multa en su nombre… el acuerdo requiere disculpas públicas y eso requiere su presencia…

-No tengo rostro, señorita… no bromeo…

-Pero…

-No hay “pero”, igualito como no hay rostro… Por otro lado, el señor Vian pasará a pagar la multa si eso es lo que le preocupa, y hasta puede que pida disculpas en mi nombre…

-¿Y no le avergüenza que el señor Vian, tan correcto, deba siempre hablar en su nombre y…?

-El señor Vian es torpe y no comprende nada… lo menos que puede hacer es tomar la voz del otro…

-No voy a discutir con usted…

-No puede hacerlo. Yo no soy de los que escucho.

-¿Tampoco tiene orejas?

-La oigo, pero no escucho…

-¿Y puedo saber cuándo irá el señor Vian?

-No lo sé… no lo he visto hoy, pero supongo que pasará antes de irse.

-Pues sabe… no me corresponde, pero déjeme decirle que usted se aprovecha del corazón del señor Vian.

-Eso es falso. Yo me aprovecho de que el señor Vian sea cobarde como para usarlo y prefiera hablar en mi nombre.

-…

-Lo que pasa es que sobrevaloran mucho al señor Vian… solo por el hecho de tener rostro…

-Pues al menos eso es algo que usted no tiene.

-Al menos le agradezco que lo acepte, señorita.

-…

-¿Está ahí, todavía…?

-Hasta luego señor Wingarden, no quiero hablar más.

-Hasta luego, señorita. Pierda cuidado.

lunes, 18 de febrero de 2013

Esta enfermedad no es de muerte.

“¡Señor! Dadnos para las cosas inútiles
miradas sin visión, y ojos llenos de claridad
para todas tus verdades”
S. K.


Creo que es en El tratado sobre la desesperación donde Kierkegaard se cuestiona sobre cuál es realmente la enfermedad de muerte a la que nos vemos enfrentados, a partir de nuestra naturaleza.

Así, desde el comentario que habría dicho Cristo tras ser llevado donde Lázaro –“tranquilos, esta enfermedad no es de muerte”-, el filósofo inicia un cuestionamiento que se centra en identificar aquello de lo que es correcto temer realmente, es decir, comprender de forma profunda cuál es verdaderamente la enfermedad de muerte, que debe resultarnos horrible y provocarnos espanto.

Y claro…, quizá no viene al caso, pero algo cercano a ese cuestionamiento me ha estado dando vueltas estos días en relación a ciertas cosas que solemos considerar horribles, al nivel de provocarnos dicho espanto.

Y es que el hombre, a fin de cuentas –creo que esto también lo decía Kierkegaard-, cuando carece de comprensión sobre el sentido de su propia vida, tiembla de la misma forma como lo hace un niño. Es decir, el niño tiembla ante lo que cree horrible, pero solo el hombre –en ocasiones-, puede llegar realmente a reconocer lo verdaderamente horrible y temblar ante ello.

Así, el defecto de la infancia sería, en primer lugar, no conocer lo horrible, y luego, temblar por aquello que no hay que temer… es decir, desconociendo dónde se encuentra el verdadero horror –o la verdadera muerte, si volvemos a Kierkegaard-, y temblando entonces ante lo que no es horrible, en lo absoluto.

Ahora bien… ¿a dónde cree usted que quiero llegar con esto…?

Sencillo: a invitarle a usted a descubrir el verdadero espanto.

Sí, igualito que la sinopsis de una película de terror, solo que acá la cosa es un poco más seria.

Más seria porque ante el terror –el verdadero terror, claro-, no sirve solo la desesperación, ni el esconderse bajo las sábanas…

Y es que cuando descubrimos lo verdaderamente horrible, adquirimos también, -sin darnos cuenta, quizá, pero debemos confiar en ello-, la fuerza necesaria para enfrentar dichos temores.

Solo entonces, por último, nos acercamos a la verdadera enfermedad de muerte:

Morir comprendiendo, pero sin haber hecho nada, con esa comprensión.

domingo, 17 de febrero de 2013

Cosas que no puedes hacer en un resort centroamericano.


Usar una polera que diga “gringo go home”.

Cuestionar abiertamente la forma de trato a los trabajadores.

Rayar los baños con frases de Otto Wingarden.

Entregar “panfletos” a los clientes donde se señalan algunos horarios de trabajo que llegan hasta las 17 horas.

Dejar sobre las mesas de los restaurantes fotos de “vecinos” que están pasando hambre.

Producir un corte de luz y echar a correr el rumor de un atentado terrorista.

Abrir las jaulas de las aves.

Dejar insectos en las fuentes de los restaurantes buffett (aunque sean de plástico).

Pelearte a golpes con un ruso gigante utilizando una máscara de luchador mexicano.

Encontrar al dueño del resort –único dueño, por cierto-, y entregarle una propina de 1 dólar.

Encerrar con llave a los niños en la sala de juegos (y amenazar a los padres con el terrorista de Hamelin).

Llevar tus propias maletas y hacer tu cama.

Programar las salas de internet con ordenarlabiblioteca como página de inicio.

Abrir los manglares sin autorización.

Extrañar a tu hijo.

Volverte a pelear con el ruso, aunque esta vez sobrio y perder por menos.

Trabajar haciendo videos para un agente de viajes y preparar realmente un documental sobre el abuso laboral en la región.

Llorar en el Lobby, mientras vuelves a juntar rabia, aunque sea de vez en cuando.

Ir directamente hasta la habitación del ruso para una última revancha.

Apostar por ti mismo, todo lo que tienes.

sábado, 16 de febrero de 2013

El delfín rebelde.


Tras pasar una cerca llegas donde el delfín rebelde.

No salta ni obedece y creo que hasta agredió a un niño.

Permanece aislado, pero todos dicen que lo tratan bien.

Luego explican que de vez en cuando sucede esto.

Un delfín debe pasar por estos periodos, luego vuelve más dócil.

Los otros ya han pasado por esto.

Todos pasan por esto, dicen.

Entonces ellos se van y yo quedo ahí.

de hecho me quedo ahí, esta noche.

No hay luz así que no veo al delfín, pero sé que está allá abajo.

Por un momento pensé en lanzarme, pero no sé bien qué podría hacer ahí.

Ese espacio es suyo.

Esa rebeldía.

Yo debo reaprender sobre aquellas cosas.

Mientras, lo adivino nadando allá abajo, como en mi consciencia.

viernes, 15 de febrero de 2013

El revienta globos.


Tres minutos.

Él dice que tiene tres minutos.

Escribía increíble.

Era posible creer en su escritura.

Vivía increíble, incluso.

Lo vi romper furioso una mesa porque alguien hablaba sin pasión sobre algo que debía ser amado.

Hoy lo encuentro trabajando de revienta globos en una producción para gringos, en la costa de México.

Son tres minutos.

Luego debo reventar globos.

Somos trece, los revienta globos.

Yo soy el jefe.

Soy un poco como Cristo, me dice.

Yo lo escucho.

Todos gritan.

Yo también he venido a reventar algo, le confieso.

Él dice que no vale la pena, que todo está lleno del mismo aire, al fin y al cabo.

Ya no escribe.

No guardó nada.

Los globos vuelven a aparecer siempre, son intercambiables, me dice.

Yo no le digo que confiaba en él, pero él lo sabe.

Los gringos gritan porque se apaga la luz y hay rayos por todos lados.

Es como el fin del mundo, dice él, pero regresa en tres minutos.

Yo solo reviento globos.

Cuando regrese la luz él tiene seis minutos para acabar con los globos.

A veces me siento un ángel, y otras una mierda, me dice.

Luego encienden las luces y él no está.

Se escuchan los globos reventándose.

Ya viene mi turno, pienso.

Esto será fácil.

No queda en la conciencia.

jueves, 14 de febrero de 2013

No es excusa.

Nuevamente problemas con la señal me llevan a escribir esta entrada a fragmentos.

Con todo, no es excusa.

Excusas son las que intento poner para que no me llenen de ají la comida que me sirven, acá en un pueblito chico de México.

Me gustaría decirles cómo llegar, pero sinceramente no puedo.

Y es que todo fue un poco como en el país de las maravillas, solo que en vez del conejo fue un mapache y que no me interesa regresar al lugar de dónde me escapé.

Además escaparse siempre tiene algo de agradable... algo sorpresivo.

Hoy por ejemplo descubrí que soy capaz de acariciar una serpiente, sin problema... y que existe un unguento que pude cicatrizar rápidamente los rasguños hechos por un mono.

Con todo, no son historias que pueda contar ahora.

Acá escucho historias de jaguares y me dicen que hoy, con suerte, podremos ver al último de este sector.

Todo por lo demás es extraño.

Sigue siendo extraño, me refiero.

Esos son los ojos, acaban de decirme.

Los ojos del jaguar.

Voy a verlos.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Mirando los dientes al caballo.


Miento un poco.

Es decir, no miro los dientes,
pero los palpo.

Voy de caballo en caballo
hasta detenerme en uno.

Y es que de una forma extraña
e indolora
-o prácticamente indolora-,
ese caballo me mordió.

Entonces me detengo
y nos miramos.

Poco después me subo.

Él no me quiere arriba,
pienso.

Me bajo.

Nos miramos.

No sé por qué,
pero entonces algo me impulsó
a liberar ese caballo.

O sea,
le quité las riendas.

Lo solté.

Seguramente van a ir a buscarte
y será peor,
le dije.

Él me miro, simplemente.

Seguro.

Yo soy libre,
dijo entonces, finalmente.

Y por cierto,
agregó,
esto es hermoso,
pero tampoco es tu sitio.

martes, 12 de febrero de 2013

Voy por el farol.


Estamos experimentando problemas
con la señal de origen.

Sin embargo,
seguimos trabajando para usted.

Es cierto…
puede incluso que ya ni sepa bien
para qué seguimos.

Pero seguimos.

Y eso es lo que importa.

Y es que algo así como una consigna,
nos dirige.

Ahora mismo,
por ejemplo,
no me haga contar detalles,
pero estoy en México.

Y claro,
calculo que el sitio al que debo ir,
para que estas palabras queden en la red
es distante…

Pero acabo de decidir
que voy a hacerlo…

Y es que como decía
esta es la consigna.

Encender el farol
y apagar el farol.

A mi manera.

Ese es un ejemplo
que admiro
y que me gustaría demostrar
que es posible
de seguir.

Encender y apagar el faro
no importa lo pequeño del planeta.

Así,
alguien puede verla
de algún sitio.

No vernos a uno, claro,
pero ver el farol.

Y esas pequeñas luces,
encendidas por los otros,
a veces son más que suficientes.

Todo lo demás
es un poco plástico.

Y eso hoy confunde,
un poquito.

Voy a por el farol.

Ojalá lo encuentre.

lunes, 11 de febrero de 2013

Llorar de un ojo.


*

¿Llora usted?
Sí, pero no se preocupe,
es solo de un ojo.

*

Eso sería sensato,
dijo,
llorar de un ojo.

Voltear según la ocasión
para que (no) te vean.

Sufrir según la ocasión,
de paso.

Eso sería sensato.

*

Mi hijo rompe un lente de sol,
pero solo un ojo.

Dice que le gusta así,
que no lo arregle.

Mientras sonríe veo un ojo.

No veo
el otro.

Él quiere que lo deje así.

*

Usted me entiende.

No necesito hablar claro,
para que suceda.

Quizá me aprovecho,
incluso.

A veces
ni un ojo muestro.

Sin embargo,
una extraña enfermedad,
una fiebre
es evidente.

Este ojo está seco,
me dicen.

Se afiebra.

Yo digo que está bien.

Ese es el ojo que llora,
les digo.

No importa.

*

Sigo con fiebres
y tecleo a escondidas.

Si me tapo un ojo
puedo hacerlo.

Tecleo muchas cosas.

Nunca lo confieso,
pero siempre son más
las palabras que borro.

Dejarlas todas
sería mirar directo.

Eso es fácil.

El afecto verdadero
no necesita de lo fácil.

Yo apelo, por cierto,
al afecto verdadero.

Lo necesito,
incluso.

*

Suena una trompeta a lo lejos.

Cierro los ojos
para escuchar.

La fiebre sigue,
pero debo intentar dormir.

Estoy de paso,
les digo,
no se preocupen.

Además no se llora
por un ojo.

No se llora.

*

domingo, 10 de febrero de 2013

Piedras hacia el lago.

“Compañero prepara el vino
que el día y la noche
son todas iguales.”
Canción iraní.


Esta vez /

No sé /

Es decir /

Miro el reloj /

Lo escucho /

Siempre oigo el reloj /

Una vez, sin embargo /

Oí otra cosa /

Pero olvido /

El ruido del reloj /

Deshilvana el mundo /

Esta vez /

En un lago /

Las piedras /

No se gastan con el agua /

Un viejo /

Echaba una piedra en su vino /

Borracho /

Se tragó la piedra /

No sé /

Es decir /

Miro el reloj /

Alguien miente /

Lo escucho /

Alguien ordena mal /

Los segundos /

Un hombre con una piedra dentro /

No puede ser feliz /

Dice el viejo /

No sé /

El ruido del reloj /

No triza las piedras /

Sin embargo /

Algo siempre se triza /

Tal vez /

El tiempo /

En cambio /

El vaso de vino está siempre lleno /

En cambio /

No sé /

Uno mismo, tal vez /

Usted mismo /

El viejo /

La piedra /

El sonido de reloj /

No hay que confundir, los sonidos /

Esta vez /

Una canción iraní te atraviesa /

Y el viejo bebe /

Y su piedra /

Tranquila /

Podemos abrazarnos, te dicen /

No sé /

Siempre oigo el reloj /

Una vez, sin embargo /

Oí otra cosa /

Pero olvido /

De tanto beber apareció una piedra en mi mano /

No lo hagas /

Dice el viejo /

Tú escuchas /

Lanzas entonces palabras como piedras /

Hacia el lago /

Uno mismo /

Usted /

El viejo /

Las piedras /

Absolutamente todas /

Se hunden /

No sé /

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