Usar una polera que diga “gringo go home”.
Cuestionar abiertamente la forma de trato a los
trabajadores.
Rayar los baños con frases de Otto Wingarden.
Entregar “panfletos” a los clientes donde se
señalan algunos horarios de trabajo que llegan hasta las 17 horas.
Dejar sobre las mesas de los restaurantes fotos de “vecinos”
que están pasando hambre.
Producir un corte de luz y echar a correr el rumor
de un atentado terrorista.
Abrir las jaulas de las aves.
Dejar insectos en las fuentes de los restaurantes
buffett (aunque sean de plástico).
Pelearte a golpes con un ruso gigante utilizando
una máscara de luchador mexicano.
Encontrar al dueño del resort –único dueño, por
cierto-, y entregarle una propina de 1 dólar.
Encerrar con llave a los niños en la sala de juegos
(y amenazar a los padres con el terrorista de Hamelin).
Llevar tus propias maletas y hacer tu cama.
Programar las salas de internet con
ordenarlabiblioteca como página de inicio.
Abrir los manglares sin autorización.
Extrañar a tu hijo.
Volverte a pelear con el ruso, aunque esta vez
sobrio y perder por menos.
Trabajar haciendo videos para un agente de viajes y
preparar realmente un documental sobre el abuso laboral en la región.
Llorar en el Lobby, mientras vuelves a juntar
rabia, aunque sea de vez en cuando.
Ir directamente hasta la habitación del ruso para
una última revancha.
Apostar por ti mismo, todo lo que tienes.
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