jueves, 28 de febrero de 2013

¿Y si en realidad quiero perderme?



No lo voy a decir.

No lo quiero decir.

Pero a veces no decir, basta.

Me refiero a esa acción poco delicada
de arrancarse los pies
y dejarlos en el camino.

Pero claro…

No lo quiero decir.

Y es que de cierta forma
todo debe funcionar
como una huida…

Me refiero a hablar con los otros,
por ejemplo…

Hablar con ellos sin que noten
que estás haciendo un túnel
desde el interior de ti mismo.

Pero claro…
no lo voy a decir.

Porque uno debe seguir en el camino
y respetar las reglas.

Esa es una de las claves.

Otra es no decir.

Y otra,
-y esta va por mi cuenta-,
es dar pistas falsas.

Porque quizá en el túnel
caben dos,
por ejemplo.

O quizá incluso
no es un túnel.

No sé si me explico.

Ojalá que no,
por cierto,
porque no quiero arruinar
la sorpresa.

Me refiero a tocar tu hombro
mientras hablo en otro sitio.

O a despertar un día
al lado tuyo:

Sin pies.

Sin palabras.

Sin que adviertas siquiera
que estaba hablando
directamente contigo
cuando decía
-y no decía-,
estas palabras.

Y es que no lo voy a decir.

No lo quiero decir.

Pero a veces no decir, basta.

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