Don Marcos compra una tetera antigua, en la feria.
Una de esas que tienen un pito que suena, cuando hierve el agua. La compra en
parte porque le recuerda a Don Patricio, uno de los amigos con que se juntaba a
jugar dominó, todos los jueves. Y es que Don Patricio prestaba a veces la casa
para jugar dominó y siempre había que hacer una pausa en el juego para apagar
la tetera que estaba llamando.
Ahora me toca a mí, piensa don Marcos. Esta semana
voy a invitarlos a casa y vamos a recordar a don Patricio como se debe. Hablar
un poco de él y reírnos otro poco de lo viejo que estamos. Nada de esas
palabras de cura que nadie entiende y que al final terminan por aburrir antes
del entierro. Y es que solo se muere una vez, dice don Marcos, mientras reitera
la invitación a don Javier quien promete que irá aunque menciona que tiene
problemas en las rodillas, pues se cayó nuevamente esta semana, mientras
arreglaba una luz en el jardín de su casa.
Así, don Marcos abre unas bolsas con maní y hasta
saca del armario un par de botellas de vino que guardaba para una ocasión
especial, para esperar a sus amigos.
Espera dos horas, en total.
Luego, comprendiendo que no irían, guarda las
botellas y se come el maní. Además, como hace frío pone agua en la tetera para
hacerse un té, antes de acostarse.
Así, sentado junto a la mesa de la cocina, piensa don Marcos en don Patricio y en lo ingenuo que era para jugar dominó. Daba
hasta pena engañarlo, piensa don Marcos. Y sonríe.
Justo entonces, se percata don Marcos que el
silbido de la tetera ha comenzado a sonar. El agua está hirviendo, se dice. Con
todo, don Marcos no se mueve hacia la tetera y la deja sonar, sobre el quemador
de la cocina.
No sabe bien por qué lo hace, don Marcos, pero supongo
que ha de ser algo así como un desafío… una pequeña rebelión, incluso, en la
medida de sus posibilidades.
No voy a apagar esa tetera, se dice, finalmente, mientras
se levanta para ir al dormitorio.
Solo se muere una vez, después de todo...
Ojalá llegara alguien y la apagara, para que Don Marcos pueda morir tranquilo, digo yo
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