lunes, 2 de septiembre de 2013

Que tu mano no se mueva vacía por la hoja.


Que tu mano no se mueva vacía por la hoja. Que tu mano sepa. No importa que tú ignores o que olvides o que no distingas. Basta que tu mano sepa. Y es que tu mano es honesta. Solo sabe ser honesta. Mantenla así. Que el cerebro no la toque. Que no la ensucie. Deja que tu mano corra por la hoja en blanco. Deja que te sorprenda. Que no la gobierne la técnica. Que no le enseñen la curva, la coma antes del pero… Que no la lleven a cerrarse sobre sí misma. Déjala seguir. Confía. Que no ceda ante tu vista, ni ante tus emociones, ni ante la revisión absurda. Que no la mutilen. Deja que suene feo. Deja que fluya porque tarde o temprano te va a revelar esa verdad que estás buscando. Déjala porque también tu corazón gobierna demasiadas cosas. Dale esa libertad, al menos. Entrégale algo así como un fuero. Un permiso especial. La única bendición de este año. Que nada sostenga. Que permanezca desnuda. No le entregues premio alguno. Todo aquello deforma tu mano. Le quita esa liviandad que es también debilidad y certeza. Quítale todo pues esa es la única forma para no ir vacía. Que tu mano sepa. Pero que no sepa reteniendo pues poseyendo no se sabe. Que tu mano vague por la hoja. Que tenga una voz limpia. Escúchala.

Aprende.

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