domingo, 20 de septiembre de 2015

Hago el intento.


Hago el intento.

No pueden decir que no lo hago.

Hago el intento, decía, pero no basta.

Respiro hondo.

Comienzo una y otra vez.

Pero lo cierto, decía, es que no basta.

A veces hasta tengo fe.

Busco, por ejemplo, debajo de las piedras.

Sigo el sonido del arroyo.

Pongo el despertador tempranito para aprovechar el día.

De verdad lo intento.

Pero no basta.

Me acerco a mi hijo.

Busco los ojos de los otros.

Limpio en mí lo que más puedo.

Busco en Vonnegut.

Busco en Fante.

Pero al final, la honestidad deja siempre un sabor amargo.

Me duelen las palabras.

Sacarlas cada día me astilla y me hace daño.

Ni siquiera importa que evada.

Ni siquiera importa porque no sé evadir lo suficiente.

De verdad lo intento…

Me mojo el rostro.

Desando mis pasos.

Busco nuevas rutas.

Saco nuevamente más palabras.

¡Qué horrendas son a veces las palabras…!

Sobre todo esas que son para uno mismo.

Sobre todos las que alumbran donde ya no hay nada.

Créanme que lo intento, en todo caso.

Y que me canso.

Y que no sé vivir.

Ni sé decir.

Y que a pesar de todo a veces hasta tengo fe, nuevamente, en las palabras.

Entonces busco a tientas el corazón del mundo.

Busco a tientas, decía, pero no basta.

Créanme que lo intento, pero no basta.

...

A veces hasta tengo fe...

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