miércoles, 23 de septiembre de 2015

Lanzo los dados y me voy.


Lanzo los dados
y me voy.

Con pasitos cortos
como estos versos.

No dejan de rodar,
de hecho,
y ya me voy.

Y es que no cambia nada
el número que salga.

Dejo así, incluso,
las fichas
sobre la mesa.

Antes era solo
una forma de huir
con estilo.

Hoy, sin embargo,
es algo inevitable.

No es que desprecie
los dados.

Tampoco desprecio
las fichas.

Ni siquiera
desprecio el azar.

Se trata simplemente
de comenzar a apreciar
otras cosas.

Los pasos cortos,
por ejemplo.

Los saludos
y despedidas
a un solo gesto.

El movimiento,
y la pérdida
de fichas,
ya que estamos...

Y es que algo
debiésemos perder
con el tiempo.

Algo debiésemos perder,
decía,
para comprender el tiempo.

Para valorar,
incluso,
el tiempo.

Y es que podemos mentirnos
y decir
que almacenamos todo.
.
Podemos,
pero lo cierto,
es que los bolsillos siempre
se encuentran rotos.

Así,
imagino que por ellos
están siempre
cayendo los dados.

Y yo,
por supuesto,
los dejo ir.

Luego, simplemente,
me alejo
con pasos cada vez
más cortos.

Igualito
que estos
versos.

Igualito que estos versos,
decía.
o algo así.

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