lunes, 29 de julio de 2013

Mirar detenidamente una cosa que ya conoces.


I.

-Seguro que eliges libros –me dijo-, pero yo te desafío a buscar otra cosa.

-¿Otra cosa para mirarla detenidamente?

-Claro… pero otra cosa que ya conozcas, esa es la gracia.

-De acuerdo –dije yo.

Entonces, me puse a buscar hasta que encontré algo que creí adecuado.

-Listo –avisé.

Ella asintió.

 Claro… me dormí esa noche, mirando aquel objeto.


II.

-No es ese el disfraz –me dijo-. Para engañar al mundo debes parecerte al mundo.

-¿Ponerme un disfraz de mundo?

-No. No es eso. Tú debes parecerte al mundo: llevar la bienvenida en los labios, en los ojos, en la lengua.

-¿Dar la bienvenida al mundo?

-No. No es algo externo… para ganar la confianza del mundo debes comprender el mundo, pero desde dentro.

-¿Y entonces?

-Entonces miras eso que ya conoces, detenidamente y esperas a que se mueva.

-¿Espero a que se mueva el mundo?

-No. Esperas más bien que se mueva aquello que miraste.

-¿Espero a que se mueva un objeto?

-Sí. Exacto. No saben quedarse quietos mucho tiempo.

-Eh, bueno… y suponiendo que suceda, ¿Qué debo hacer entonces?

-Hablarle, por supuesto… preguntarle unas cuántas cosas….


III.

Esperé un buen rato sin que nada sucediese.

Entonces, aquello que miraba, se movió.

Primero fue una especie de vibración, casi imperceptible, hasta derivar en movimientos francos.

Pregunté entonces unas cuántas cosas, a aquello que miraba.

-¿Qué eres realmente? –le pregunté, en principio.

Aquello que miraba dejó pasar unos segundos.

-Yo soy el mundo –me dijo-, todo lo demás es accesorio… velo como un soporte, incluso, si quieres.

-¿Siempre lo has sido? –pregunté entonces.

-No –contestó-. Solo desde que miraste, te detuviste y comprendiste.

-¿Y ahora?

-Ahora eres responsable del mundo.

-¿Aunque no quiera?

-Sí –señaló-. Tú eres el soporte.


IV.

Pregunté unas cosas más y luego me dormí.

Soñé con olores a café, pero no recuerdo situaciones.

El objeto,  por cierto, había vuelto a la inmovilidad y a su silencio.

-¿Soporte de qué? -me dije entonces, recordando la conversación.

Nadie respondió.

El equilibrio parecía más precario.


 

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