lunes, 22 de julio de 2013

Aposté una vez todo mi dinero a un caballo.


Aposté una vez todo mi dinero
a un caballo.

No era poco dinero.

Había trabajado un verano
construyendo unas cabañas
y el dinero era para la operación de un tío
que murió poco antes.

Suena a ser un buen chico,
pero no es así.

Cómo sea…
fue entonces que llegué al hipódromo.

Era la segunda vez que iba
y estaba sobrio.

Mi tío había muerto de cirrosis
y mi tía nos había pedido en el entierro
no tomar
durante esa semana.

Y claro… yo había cumplido
y me sobraba el dinero.

Es decir,
los libros los robaba en ese entonces
y ese dinero no lo tenía considerado
para otros gastos.

Fue entonces que entré al hipódromo
sintiéndome Bukowski
y buscando pelearme con alguien.

Suena a ser un chico duro,
pero no era así.

Ni siquiera tenía voz propia.

Busqué al caballo con menos opciones:
corría en la penúltima carrera
y pagaba 17 a 1.

Aposté todo a ese caballo.

De paso me pelee con un tipo
que se burló de mi apuesta.

Todo fue torpe y nos separaron.

Yo seguía creyéndome la gran cosa.

Dos meses antes había terminado la u
presentando una tesis
que escribí borracho
en un fin de semana.

La mitad de sus citas fueron falsas,
por cierto.

Aprobé con honores y me sentía listo
para volver a escribir.

Suena a ser un genio,
y yo lo creía así
en aquel entonces.

Y claro…
comenzó la carrera.

Era una carrera larga,
según recuerdo,
y yo veía a mi caballo correr
como si fuese un número.

Mi tío había muerto,
pensé entonces.

Apenas me preocupo de estar sobrio
cuando veo a mi hijo,
agregué.

Si ganaba podía dedicarme a escribir unos meses.

Un año, incluso, calculaba,
o poco más.

Es decir:

Yo me creía un tipo duro.

Yo me creía un genio.

Y mi caballo ganaba por varios cuerpos de distancia.

Todo era justo,
por una vez,
en el universo.

Miré el recibo.

Observé los números.

Anunciaron que mi caballo ganó.

Y sí, podría jugar a decir que el único problema
fue que en aquel momento
estaba sobrio.

Pero no fue solo eso.

Fue un pequeño momento de honestidad,
nada más.

Un pequeño momento...

Una semana después comencé a trabajar como profe.

No volví a escribir por diez años
salvo el borrador de una novela
que me robaron.

Releí a Bukowski.

Y a todos los que creí duros
y a los que juzgué blandos.

Hice unas cuántas promesas.

De paso,
recuperé el corazón
y lo perdí de nuevo.

Y es que como les decía:
no soy bueno,
ni duro,
ni un genio.

Con todo,
hasta el día de hoy conservo
en el boleto que nunca cobré
el autógrafo de alguien
que podía llegar a ser aún más valioso
algún día.

Suena a egolatría,
por cierto,
pero no es eso.

No tengo más bolsillos
ni certezas
ni palabras.

1 comentario:

  1. Me recuerda a la frase "Gasté mi dinero en mujeres rápidas y caballos lentos". Pero este personaje es absurdo, no tiene sentido dejar de cobrar una apuesta ganada, en la que además se gastó no poco dinero.

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