Había una vez un hueón que tenía un escritorio.
Y sobre ese escritorio un calendario.
Y en ese calendario los días pasados, marcados con una X.
Esa X, sin embargo, era justamente lo contrario a esas marcas en los
mapas.
O hasta a la X de incógnita, pues lo pasado solía ser siempre algo
resuelto.
Podría decirse, incluso, que esas X eran la única posesión de ese
hueón, prácticamente.
Es decir, tenía auto… y hasta casa… pero las X eran también consciencia
viva.
Algo que quedaba ahí, frente a sus ojos, ocho horas diarias.
Y es que ahí estaba él, prácticamente... Su semana, me refiero. Su vida
toda.
Una cruz clavada sobre el día, diría alguien.
Un montón de cadáveres que iban juntándose, sobre el escritorio del
hueón.
Y todos jugaríamos a verlo, felices de encontrarlo fuera, de nosotros
mismos.
Y es que uno, dirá que no tiene escritorio.
Otro, calculará que trabaja un tiempo distinto, a ocho horas diarias.
Y por último, resaltaremos que no rayamos así, nuestros calendarios.
Ahora bien, ¿usted es de los que razona así…?
¡Pues resulta que es una mierda… querido lector…!
Y no usaré eufemismos, para hacer referencia a aquello.
Y es que la historia, desde un principio, pudo ser contada de otra
forma:
Había una vez un hueón que no tenía escritorio.
Y sobre esa nada no tenía, por supuesto, nada más.
Por eso, no sabía nada de los días pasados ni de marcas con ningún
signo.
¿Les gusta más aquella historia?
Sí, claro...trazar X sobre los días vividos es pura y simplemente una cuenta regresiva...
ResponderEliminarUn abrazo.
Un abrazo también. Saludos.
ResponderEliminarMe gusta y me entristece, la verdad...
ResponderEliminarSaludos.