Un hombre y una cuchara
¡Qué pareja!
Los han visto del brazo
por toda la ciudad
que es pequeña.
Los citó el alcalde,
los llamó el sacerdote,
pero ellos no van a la iglesia.
En vez de eso van al bar
y se gastan la vida
haciendo apuestas.
¡Qué pareja!
Si hasta los vieron en el bosque
hablando a escondidas
con la mujer ciega.
Todo es claro:
Buscan lo prohibido,
cercan lo insano
esa agua los refresca.
¡El pueblo los va a matar
si no escarmientan…!
Ya quemaron el bosque
y el fuego que está en lo alto
ilumina la aldea.
Los niños ven sus sombras.
Los ancianos siguen sus huellas.
Las mujeres ruegan a Dios
y los hombres no se acuestan.
Tres noches han buscado
con antorchas, vino y tormenta.
¡No escaparán esos dos...!
dice el alcalde
y se lamenta.
Nadie sabe, sin embargo, que en el lago,
el hombre y la cuchara
se acuestan.
Él la mira a los ojos
y una imagen se refleja:
Tú me vez colgado, dice el hombre,
eso es siempre lo que queda.
Sale el sol dos veces esa noche
y la luna en el lago
se refleja.
Nada ve el corazón.
Nada ven los ojos.
El fuego llega a la aldea.
El alcalde y el sacerdote.
Los niños y los ancianos.
El fuego y la aldea.
¡Qué parejas…!
Sale el sol dos veces desde entonces.
Pero nadie se da cuenta.
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