miércoles, 14 de abril de 2010

El feliztriste, una visión de Edipo y acertijos sin solución.

La asociación es extraña, porque desde ver la Ópera de Edipo Rey (música de Stravinski, guión de Cocteau y una puesta en escena impresionante realizada en Tokio en 1992) me ha dado por buscar un cuaderno de colegio viejo en el que tenía anotadas varias páginas con acertijos o adivinanzas sin solución.
Creo que fue en segundo medio, no recuerdo bien en verdad, pero el caso es que empecé a llenar un cuaderno con una serie de adivinanzas aparentemente bien formuladas, que rimaban incluso, en su mayoría, pero que no tenían solución alguna.
La gracia era decírselas a los demás, quienes obviamente no sabían de la falta de respuesta, y hacer que compañeros, profesores o quien fuera, quedara intrigado con ellas e insistiera, luego de fracasar en sus intentos, en que les diera la respuesta correcta.
El cuaderno era rojo, y tenía pocas hojas, de hecho las únicas que dejé al final fueron las páginas con los acertijos ciegos. Yo sé que lo guardé en algún momento, y que lo ví hace unos cuantos años, pero al parecer ya es tarde para encontrarlo.
Puedo recordar algunos, pero sólo unos breves, y no sé si de forma tan exacta, por ejemplo:
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"En el cenicero no hay ceniza
y es de rayas mi camisa"
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"Soy como el emperador, que va vestido y va desnudo
Tengo frío junto al fuego y en mi rostro existe un nudo"
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"Voy de día y voy de noche
Voy callado y meto boche
No soy guagua y ando en coche
Y en mis ojos algo brilla
con una luz amarilla"
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No sé bien cuántos habré escrito en ese entonces, pero recuerdo que hubo clases en que llené varias páginas con ellos, por lo que deben haber sumado un número considerable. Recuerdo también que algunos compañeros buscaban claves escondidas, o repetían lentamente una y otra vez algunos de ellos, pero terminaban siempre molestos aunque sin sospechar que no hubiese respuesta, por supuesto. Insistían obstinadamente como si quisiesen extraer jugo de una naranja de madera. (Eso hubiese sido una buena respuesta, pienso ahora: "una naranja de madera")
Y es que quizá les faltó ingenio, poesía tal vez. Podrían hasta haber inventado algunas respuestas como las que Robin le daba a Adam West en la serie Batman, de los 60:
"¡Es un pato de madera que está sobre una nube poniendo huevos de plástico, Batman...! Santos acertijos..."
Pero lo cierto es que siempre intentaban con lo evidente: una manzana, la oscuridad, un espejo, un fósforo... cosas por el estilo.
Lo que es hoy, si les propusiera los acertijos a mis alumnos más pequeños (los grandes ni pensar) intentarían una o dos veces y luego se rendirían, por más que premiase con décimas o lo que fuese.
Y es que los chicos han cambiado. De vez en cuando se da un curso especial, donde es posible encontrar algunas invenciones dignas de respeto. Pero la verdad es que hasta los sobrenombres se han puesto cada vez más fomes. Y no es porque ahora me los digan a mí y eso no me haga gracia, si no que incluso entre ellos son cada vez más explícitos y simples. Me atrevería a decir que hasta con menos afecto que los de antes. Con menos búsqueda.
Si alguien es pelado, no pasa de ser eso: el viejo pelado. Nada de "el hombre de la partidura ancha" o cosas por el estilo. Yo recuerdo que hasta hacíamos listas con los sobrenombres, y de una misma persona, me refiero. El que tenía el récord era un compañero de apellido Gallego, con lo que ya tenía un bonus, y recuerdo que sumando superábamos los 50 sobrenombres... y nada de bulling, como ahora... bueno quizá había, pero no asociado a esas prácticas, eso de nombrar siempre me pareció más bien algo cariñoso... y lo entendíamos de esa forma, por más que a veces se abusara un tanto.
Una excepción que me tocó ver como profe fue en la generación en que estudió mi hermano, al que me tocó hacerle clases, por cierto. Y es que de vez en cuando escuchaba hablar de alguien: "el Feliztriste". Siempre escuchaba que los chicos lo nombraban auqnue no sabía a quien hacían referencia.
Con el tiempo, tras no conseguir nunca ver al FelizTriste comencé a impacientarme y preguntaba por él. Mis alumnos me decían que era un alumno de otro curso, que tenía la cara extraña, y que parecía que reía y estaba triste a la vez, por la expresión de los ojos. Alguna vez recuerdo estuve todo un recreo con un par de alumnos tratando de verlo, pero sin resultado.
Con el tiempo me comencé a perseguir. Y es que me parecía muy probable que fuera yo el FelizTriste, -razones no faltaban-, pero todo el curso estaba tan coordinado y lo hablaban de forma tan natural que supongo no hubiesen sido capaces de tal organización, y me era imposible sostener estas dudas mucho tiempo.
Quizá fue el acertijo sin solución que me crearon ellos, ¿quién sabe? Yo nunca logré ver al FelizTriste y nadie tampoco supo nunca que mis acertijos no tenían en verdad solución alguna.
Lo cierto es que, sea como sea, los chicos de ese entonces eran capaces de poner sobrenombres a partir de una expresión, de lo que veían en los ojos de un compañero... Hoy pocos saben de qué color son los ojos de su compañero de banco, y supongo que hasta los más despistados son incapaces de recordar el color de los suyos, llegado el caso.
¿Y a qué venía todo esto si yo en verdad estaba impresionado viendo la ópera Edipo rey hace apenas unas horas?
Supongo que me acordé de una versión de Edipo rey que hicimos por aquella época y lo asocié con los de los acertijos... yo escribí una que se llamó "Edipo gay", y la actuamos y todo, aunque quiero dejar a su imaginación aquello que terminó arrancándose Edipo, al dejar intactos sus ojos...
O quizá lo asocié por el acertijo que el propio Edipo debió resolver ante la esfinge. ¿Quién sabe?
La verdad es que la respuesta carece de importancia, y es mejor terminar con un último de aquellos acertijos:
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"Siempre escribo lo que leo,
nunca leo que escribo,
siempre río cuando lloro
y nunca lloro cuando río"
.
Y es que, incapaces de vernos bien, la respuesta más difícil para todo acertijo es siempre aquel cuya respuesta somos nosotros mismos.

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