No puedo dormir por las noches.
Leí un libro que olvidé.
He visto un niño morder a un perro.
Admiré por varios minutos un cuadro colgado al revés.
¡Parece mentira…!
Me refiero a que un gran número de estas situaciones van llenando mis
días.
Cosas que parecen absurdas, pero que igualmente son ciertas.
Palabras no dichas.
Desayunos que me preparo a medianoche.
Huellas de pisadas que no he dado.
Cosas de ese estilo…
Y sí… debo confesar que me preocupa un poco.
Quedamente quizá, pero me inquieta.
Y es que si todo sigue así, mi biblioteca se derrumba en cualquier
momento.
O tal vez mis libros se queden donde mismo y sea el mundo el que se
venga abajo…
Así, descanso de pie, en medio de los otros.
Saludo, con un último gesto, a quienes no quiero ver más.
Inspiro tanto aire que me ahogo.
¡Cuánta palabra y tan poco qué decir…!
Esos sí son sonidos que nadie escucha.
Nombres a los que nadie acude.
Parte del tejado que cayó justo al costado de una casa.
¡Eso sí que enrarece las cosas…!
Y es que habría que hablar, quizá, en medio del desierto.
Poco más habría que hacer.
Así, finalmente, una mujer muerta abre los ojos a un costado de mi
cama.
La observo, sin mirar.
Creo que no estoy en ningún sitio.
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