-¿No te ha pasado eso de querer disparar una pistola?
-¿Una pistola…? Pues no… No que yo recuerde, al menos.
-Pues a mí sí… -me dijo- . Papá tenía una guardada en un cajón, junto a
unas ropas que ya no se ponía… y de vez en cuando iba a escondidas, la sacaba y
jugaba con ella…
-¿Estaba cargada?
-Sí. Tres balas –señaló-. Yo cargaba y descargaba la pistola… Luego la
dejaba en su sitio.
-¿Has pensado por qué lo hacías?
-Sí… O sea, nada profundo… pero yo quería dispararle a algo. Supongo
que ese era mi sueño…
-¿Lo hiciste alguna vez?
-¿Disparar?
-Sí. Disparar.
-No sé… o sea, recuerdo algo, pero tal vez lo inventé… Fue por el
tiempo en que papá se enojó con mi madre y se fue de casa… Deben haber sido
unas semanas, pero yo pensé que era para siempre y que me podía quedar con la
pistola… Además nadie más sabía que existía…
-¿Tu madre no sabía del arma…?
-No. Nada. Estoy seguro.
-…
-Recuerdo que esa vez fue extraño, porque se dieron las condiciones y
yo no sabía qué hacer… O sea, estaba solo en casa… y estaba decidido a disparar…
Pero solo entonces caí en cuenta que no sabía a qué dispararle… Imagínate,
meses planeándolo y de pronto voy a disparar y no sabía a qué apuntar… Me daba
miedo romper algo… matar algo… No sé bien cómo explicar la sensación…
-¿Pero disparaste? –insistí.
-No sé… De verdad que no sé… Yo recuerdo que sí y que finalmente
disparé al aire… con miedo pues pensaba que la bala igual podía caer en algún
momento, y matar algo… Pero claro, disparé al cielo y finalmente no vi que pasó
con la bala, aunque en ese entonces veía como una posibilidad el haber matado a
alguien con a bala de regreso…
-¿Y por qué no estás seguro si disparaste?
-Porque cuando mi padre regresó, a las semanas… me llamó un día y quiso
enseñarme la pistola… Me la mostró como si fuese un secreto… y me mostró las
tres balas… Dijo que esas eran tres para proteger a cada uno de los tres
integrantes de la familia…
-¿Volviste después a jugar con la pistola?
-No. Papá volvió a irse al poco tiempo y se la llevó. Yo pasé un tiempo
buscando las balas de mi madre y mía por si las había dejado… pero se llevó las
tres.
-Mejor. Más seguridad –comenté.
-Sí –dijo él-. Un poco más.
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