miércoles, 14 de mayo de 2014

Sacar la pajita más corta.



Tú lo ves como una desgracia. Yo te entiendo. Es decir, a mí también me lo dijeron: velo de otra forma… Piensa que sacaste la pajita más corta… A alguien le tenía que tocar… Cosas de ese estilo.  Palabras que quizá pretendían ser un consuelo y que al final no fueron nada. Por eso te entiendo. Pero claro… entender no significa compadecer ni mucho menos. Además no hay de qué mierda compadecer. Ni siquiera hay tiempo para eso. Hoy por ejemplo vi a un tipo mirando una hoja. Una hoja de árbol, me refiero. O sea, yo no sabía qué miraba y entonces esperé hasta que lo descubrí. Dejó la hoja sobre un banco y se fue a otro sitio. Yo fui y tomé la hoja. La miré con cuidado. ¿Sabes cuánto rato se puede mirar una hoja? Es decir… yo creo que uno podría levantarse cada día y mirar esa hoja… Y no son solo los detalles… Varios minutos estuve en eso hasta que me fijé que alguien intentaba descubrir aquello que miraba y entonces me fui y dejé la hoja… y ese alguien se acercó a verla… No vi más porque era tarde y debía llegar a otro sitio. No sé si me explico… Piénsalo así: hay hojas en todos sitios. Suena medio Coelho la hueá, pero te lo digo como una cuestión simple. Básica incluso. Y si no hay hojas debe de haber piedras. El mundo está lleno de cosas. Algunas son feas, claro, qué se le va a hacer. El otro día leía, por ejemplo, que el cuerpo también produce cosas. Cosas así como ajenas a uno, me refiero. Cosas como piedras, leía. Hasta trocitos de cristales, similares al hielo. Y claro, a veces nos matan esas cosas. Pero no lo veo como una desgracia, aunque suene un poco así. Así, sacar la pajita más corta termina no siendo tan malo después de todo. Me refiero a que casi siempre deriva en que hagamos algo que lo demás no hacen. No es tan malo, si lo piensas. 

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