Caminaba por el supermercado sin decidir bien qué
comprar, cuando escuché de pronto la conversación de dos reponedores de
productos, que discutían acerca de un producto vacío, que habían encontrado en
un estante.
Me detuve cerca para escuchar la conversación.
-¿Entonces anoto que está vacío? –decía uno.
-No sé si corresponderá así, tan simple…
-contestaba el otro.
-¿Cómo?
-Es que hay formas distintas de estar vacío, no creo
que sea llegar y anotarlo de esa forma.
-Mmm…
-Quizá en observaciones…
-¿A qué te refieres con “distintas formas de estar
vacío”…?
-A eso po… cosas que vienen vacías, cosas en que el
vacío se hizo después… voluntariamente…
-Mmm…
-¿No se entiende?
-Sí se entiende, no es eso… lo que pasa es que
igual es difícil anotar aquí…
-¿Falta espacio?
-No, no es eso… es que esto también está como vacío
de nada que no sean hechos…
-Es que tienen que pasarlo a datos…
-Claro…
La conversación siguió así un rato y hasta llamaron
a un tercer tipo, por radio, a quien le pidieron consejo sobre cómo anotar lo
del producto vacío.
Yo escuché lo siguiente:
-Ya…
-…
-Sí…
-…
-De acuerdo. Gracias.
-¿Qué te dijo?
-Ni una hueá… o sea, lo mismo que tú…
-¿Qué cosa?
-“Nada que no sean hechos”, me dijo…
-¿Y estar vacío es un hecho?
-Puta, no sé, hueón… me confundí…
-Pues yo no creo que sea un hecho…
-¿Y si no anotamos nada, mejor?
-¿Y el producto?
-Déjalo en el basurero de las verduras…
-Sí, mejor…
-Vamos…
-Mmm…
-Qué mierda todo esto…
Y bueno… esa fue la conversación que escuché.
Luego compré una leche con chirimoya, pan de queso
y helado de guayaba.
Me puse en una fila, finalmente, para intentar
pagar.
Estuve tanto rato en ella, que se derritió el helado de
guayaba.
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