“Solo hay una mujer
y un hombre
y un océano”.
La pureza no existe en este mundo, pero a veces hay
excepciones.
No estoy hablando de niños, sin embargo, ni nada
por el estilo… esas son solo ideas que nos inventamos para pensar que fuimos
puros y que nos echamos a perder... Pero eso no es cierto.
De lo que estoy hablando es de excepciones incluso
inesperadas: un cajero en un banco, el chofer de un colectivo, o una chica que
te atiende silenciosa en una pastelería de Lisboa…
Y es que ellos –puras excepciones de esa pureza que
no existe en este mundo-, parecen comprender que la existencia de la mayoría de
aquello que somos resulta ser superfluo: te entregan el dinero sabiendo que
carece de valor, te llevan a un sitio sabiendo que todo sitio es uno solo, y
hasta eligen con cuidado la masa más tibia para apoyarla con delicadeza, a un
costado del café…
-¿Ve ese hombre de allá? –pueden preguntarte
incluso, si vencen la timidez-, ese hombre era como usted… venía siempre con un
sombrero y con un libro… ¿pero sabe? Un día vació su sombrero y lo usó de
maceta… lo llenó de tierra, me refiero, puso semillas y lo ubicó donde le
llegara el sol… y claro, pasó el tiempo, fue regando y hasta salieron flores…
era un poco por compensar, pienso yo… transformar el sombrero en cosa bella,
según me dijo un día… compensar por todo lo muerto que había en su cabeza…
¿Tengo derecho a cambiar de tema?
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