Rodolfo se enoja porque siempre hay uno que no es
un reno.
Es decir, es algo que se sospecha… una especie de
mito que se formó entre los renos quién sabe cuándo y que hoy ninguno de ellos
pone en duda.
Con todo, explicar la forma en que esto sucedió es
difícil, principalmente porque la manera de pensar de estos animales no es del
todo clara y además está el asunto ese del lenguaje, que viene siempre a
complicar las cosas.
Es decir, yo lo entiendo porque veo a Rodolfo… pero
a usted que ve mis palabras y debe confiar simplemente en mis apreciaciones, no
debe de serle demasiado simple… Por lo mismo, debo confesar, valoro sinceramente
que esté aquí.
Y es que al igual que Rodolfo, es normal que de vez
en cuando nos enojemos al descubrir que hay algo que no corresponde… algo ajeno
que –creemos-, viene a ensuciar todo y a hacernos menos fáciles las cosas.
Pero claro… también podemos equivocarnos, en esas
apreciaciones.
Así, mientras acaricio a Rodolfo, intento
transmitirle eso que a veces nos cuesta comprender… y es que aquello que no
corresponde, puede a veces estar en nosotros mismos… y no necesariamente ser
cuestión de culpa, o de descuido...
No lo digo con soberbia, ni poniéndome por sobre
los que puedan comprender otra cosa… pero creo que a veces nos enojamos porque estamos
agotados, y equivocamos la mirada, nada más…
Y es que es normal cansarse, Rodolfo… es normal que brille
menos la nariz de vez en cuando y hasta es normal que en alguna oportunidad te
quedes a oscuras…Y es normal por tantas razones que no voy siquiera a intentar
nombrar, para no aburrirte…
Solo no te enojes, y no equivoques la
mirada…
Todos son renos, Rodolfo.
Confía en mí.
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