sábado, 12 de octubre de 2013

Las imágenes que entran a nosotros no sé por dónde salen.

¿Acaso tener consciencia
es más que tener color?


Las imágenes que entran a nosotros no sé por dónde salen.

Es decir, la comida sí que sé y hasta el sonido, pero no sé a dónde se va el mundo que yo veo.

Me refiero sobre todo al mundo que desaparece, esa imagen que no vuelve a estar fuera del ojo pues fue parte del instante, nada más.

No sé…

Imaginen el mar con dos tapones.

Algo así como una inmensa piscina con dos tapones.

Imaginen que pueden sacarlos y vaciar el mar…

Pues eso mismo pasa con los ojos.

Quizá si los arrancara, el mundo no podría quedarse como agua, en el estanque que yo soy.

Así, yo como piedra de río, sentiría en mí, pasar al mundo.

Y claro, de vaciarlo, estoy seguro que algunos recuerdos quedarían saltando como peces, recién sacados del agua.

Pues bien, eso solo indicaría que esas imágenes son falsas; son ideas que nos hicimos de algún otro, y que se han adherido a nosotros, como la mugre.

¡Cuánta libertad en dejar ir al mundo…!

¡Cuánta belleza en percibirlo apenas, cada instante…!

¡Cuánta simpleza...!

El agua habla de agua.

El viento habla del viento.

Y la tierra habla de tierra… y hasta sin voz.

Y es que todo lo demás…

Todo lo demás que no existe más lejos que el instante, es un invento.

Y como el amor no se inventa ni la felicidad ni el aire, no vale la pena entonces, inventar nada más.

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