La última vez que vi a mi vecina ella era colorina.
Luego me contaron que se tiñó el pelo y que se fue a Italia. Después vi una
foto en la que tenía el pelo de un tono cercano al verde.
Nunca habíamos hablado mucho de ella, pero
extrañamente siempre que me juntaba con algunos amigos terminábamos hablando de
ella.
-Supe que anduvo en Marruecos –decía uno.
-Yo supe que estaba viviendo con un comerciante en
Turquía –decía otro.
-Yo le vi una foto con un camello –decía un
tercero.
Y claro… yo, que supuestamente era el más
interesado, no tenía nada que agregar a sus informaciones.
Así, sucedió que poco a poco comenzaron a juntar
las fotos que ella publicaba y un día me sorprendí con un álbum lleno de
imágenes impresas que mis amigos me habían regalado.
-Tú lo valorarías más que nosotros –dijeron.
De esta forma, me quedé con un álbum repleto de
fotos, y asombrado de ver cuántos cambios de colores y de look, había hecho
ella en cada sitio.
Creo que conté 14.
En eso estaba, recuerdo, cuando en medio de un
nuevo orden que quería darle a aquellas imágenes, encontré un pequeño espejo.
Y bueno… en el pequeño espejo encontré también una
pequeña imagen, y descubrí una cosa:
Mi cabello también había cambiado.
Entonces, quise contarles a los otros, pero no di
con ellos.
¡Qué sorpresa…!
Si hasta las monedas de oro, incluso,
revelaron no ser más,
que trozos de metal amarillo.
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