miércoles, 9 de octubre de 2013

Miro en silencio a Singer, mientras reubico a la McCullers


Miro en silencio a Singer mientras reubico a la McCullers.

Acaricio el vientre de una madre, mientras le quito el polvo a Luz de Agosto.

Le digo a Bandini que es un genio, mientras ordeno Camino de los Ángeles.

Sonrío a Bartleby; admiro a Moby Dick; beso con cariño a Holly.

Respiro las palabras de la Lispector y descubro el olor de las sensaciones.

Me enceguece la luz del Tractatus, pero me compadezco del corazón de Wittgenstein.

Intento creer en la inocencia, mientras tomo en mis manos El idiota.

Escucho los compases de la Sinfonietta, mientras cambio de lugar a Murakami.

Escribo a mano mis panfletos, mientras admiro la claridad de Canetti.

Acaricio el rostro de la Nothomb, mientras observo una contraportada.

Leves semillas de envidia, mientras reúno a Rimbaud.

Me molesto por el desperdicio de talento, mientras reúno los libros de Bolaño.

Intento descubrir a Ripley, mientras leo a la Highsmith.

Siento olor a tierra húmeda, apenas abro un libro de Asturias.

Me lleno de nudos mientras saco los marcadores de La broma infinita.

Admiro, en silencio, la capacidad de Boris Vian y hasta imagino que es música.

Le doy ánimos al mayordomo, mientras vuelvo a leer Lo que queda del día.

Y claro… me siento vivo, en definitiva, mientras ordeno la biblioteca.

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