Miro en silencio a Singer mientras reubico a la McCullers.
Acaricio el vientre de una madre, mientras le quito el polvo a Luz de
Agosto.
Le digo a Bandini que es un genio, mientras ordeno Camino de los
Ángeles.
Sonrío a Bartleby; admiro a Moby Dick; beso con cariño a Holly.
Respiro las palabras de la Lispector y descubro el olor de las
sensaciones.
Me enceguece la luz del Tractatus, pero me compadezco del corazón de
Wittgenstein.
Intento creer en la inocencia, mientras tomo en mis manos El idiota.
Escucho los compases de la Sinfonietta, mientras cambio de lugar a
Murakami.
Escribo a mano mis panfletos, mientras admiro la claridad de Canetti.
Acaricio el rostro de la Nothomb, mientras observo una contraportada.
Leves semillas de envidia, mientras reúno a Rimbaud.
Me molesto por el desperdicio de talento, mientras reúno los libros de
Bolaño.
Intento descubrir a Ripley, mientras leo a la Highsmith.
Siento olor a tierra húmeda, apenas abro un libro de Asturias.
Me lleno de nudos mientras saco los marcadores de La broma infinita.
Admiro, en silencio, la capacidad de Boris Vian y hasta imagino que es
música.
Le doy ánimos al mayordomo, mientras vuelvo a leer Lo que queda del
día.
Y claro… me siento vivo, en definitiva, mientras ordeno la biblioteca.
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