Deja de hablar a las seis y vuelve a hablar a las
nueve.
Siempre se ha negado a decirnos el porqué y al
final nos hemos acostumbrado.
No importa la situación, ella simplemente sigue con
sus quehaceres, pero en silencio.
De pequeños la pellizcamos una vez y resultó que sí
gritaba, por lo que el asunto, al parecer, solo contempla el no uso de
palabras.
También hubo una oportunidad en que atrasamos los
relojes y conseguimos que partiera una hora después, aunque se dio cuenta del
engaño al poco rato.
Por otro lado, como es una acción voluntaria no ha
sido necesario que vaya al doctor, aunque al principio, en casa, a todos nos
asustaba.
Tal vez por esto, ella insiste en que no nos
preocupemos, que solo es un descanso.
Pocas veces hemos hablado el tema más allá de
aquello, pero de todas formas hemos conseguido algunas pocas palabras al
respecto.
Por ejemplo, en una oportunidad ella confesó que es
un poco más feliz cuando no habla.
Dice que le hace bien.
Que le da un valor distinto a las cosas.
Es extraño, sin embargo, todo aquello.
Y es que nosotros no sabemos, finalmente, de qué
cosas está hablando.
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