jueves, 1 de febrero de 2018

Pisadas en la gravilla.


Nos despertamos porque oímos pisadas en la gravilla.

Calculábamos que podían ser una o dos personas a un costado de la casa.

Dejamos pasar un rato, pero el sonido se hacía incluso más fuerte.

Entonces encendimos las luces del dormitorio y el sonido cesó de inmediato.

Por un momento nos quedamos tranquilos.

Luego, sin embargo, entendimos que no habían abandonado el lugar.

Fue entonces que acordamos que ambos iríamos a comprobar qué era lo que ocurría.

Nos quedamos largo rato tras la puerta, sin atrevernos a abrirla.

Cuando lo hicimos, miramos de inmediato hacia la gravilla, que estaba frente a la puerta.

Se trataba de un cuerpo humano, sin lugar a dudas.

Por el volumen, calculé que probablemente era el cuerpo de un niño, o tal vez un adolescente.

Lo toqué entonces con mis pies, pero aquello no se movía en lo absoluto.

Cuando lo di vuelta descubrí que se trataba de una joven, aunque no pude calcular su edad.

Me resultaba ligeramente familiar, pero no podría asegurar que la hubiese conocido.

Comprobé que no respiraba.

Le ordené el pelo y la acomodé de espaldas, sobre la gravilla.

Por último, antes de hacer nada más, recogí una moneda que estaba junto a ella.

Dije cara.

La lancé y salió cara.

Tenía la sensación, sin embargo, de haber perdido algo, y no me alegré en lo absoluto.

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