viernes, 9 de febrero de 2018

Nuestro sitio en el mundo (que está en fila).


El mundo está en fila.

No sé para qué, pero está en fila.

Desde donde estoy, de hecho,
no alcanzo a ver
hacia dónde nos conduce.

Fui el último,
pero ahora soy casi el último
y pronto habrán más, espero,
tras de mí.

Extrañamente eso tranquiliza.

Y es que evita,
por ejemplo,
que dejemos el lugar
para no perder nuestro sitio.

Nuestro sitio en el mundo
que está en fila.

No es solo cuestión de orden,
por cierto,
sino que avanzamos
poco a poco
hacia algo
que todavía
desconozco.

Y es que nada hay,
si observo,
a mis costados.

Nada tampoco abajo
ni sobre mí.

Nada existe, en resumen,
fuera de la fila.

Nada hasta el final,
al menos,
es lo que intento creer.

Y los pocos pasos que doy,
en este sentido,
permiten por momentos
mantener la fe.

Por otro lado,
si después de todo
nada hubiese al final,
y desde un gran barranco el mundo
se estuviese lanzando hacia la nada,
acepto ese destino sin chistar
pues nada hay
(o nada habría),
y un grito a esa altura
sería una acción
profundamente absurda
y detestable.

Y es que nada soy, lo sé,
fuera del mundo.

Y el mundo, como decía,
está en fila.

Solos y en silencio avanzamos
y hasta se ocultan los sollozos
y los muertos.

No sabemos hacia dónde, pero vamos.

Y mi sitio en el mundo,
extrañamente,
por primera vez es claro.

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