martes, 12 de febrero de 2019

Escribí mis memorias en seis días.


Escribí mis memorias en seis días. Y me sobraron cuatro. Me preparé por largo tiempo pensando que sería una gran tarea. Al final sirvió apenas de ejercicio. Aunque no sé, si soy sincero, qué mierda ejercitaba. Entonces para hacer algo me dediqué a corregirlas.  No el estilo, que eso nunca me ha importado, sino la veracidad de los hechos. Pero la veracidad de los hechos me era esquiva. Y es que la veracidad finalmente, no dependía de la realización del hecho sino de haberlo comprendido. La comprensión es lo que valida al hecho, anoté entonces, y hasta lo dejé de epígrafe. Luego lo borré y lo cambié por un dibujo. Pretendía ser un autorretrato, pero sin darme cuenta dibujé un helado de chocolate. Ni siquiera se notaba que era un helado y menos de chocolate. Por lo mismo lo borré. Luego busqué con google algún autorretrato, pero no salía ninguno mío. O tal vez sí, no sé, pero si lo había me desconocí. Eso es algo que sucede. No es tan malo, desconocerse. Por eso es bueno escribir nuestras memorias. Aunque sea a la rápida y solo le dediques seis días y además te sobren cuatro. La portada finalmente la dejé así: con la palabra Memorias y con el dibujo de un paraguas. Un paraguas cerrado, por cierto. Mientras lo dibujaba manché la imagen con helado de chocolate. Más o menos, comprendí.

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