I.
Cuando la tierra evoca a la gente salen hongos
blancos.
Ocurre en pequeñas islas, cerca de Japón.
Por lo general se trata islas que han sido
habitadas y que luego han quedado desiertas.
Entonces, luego de algunos años, comienzan a verse
estos hongos blancos.
Suelen medir entre un metro y un metro sesenta centímetros.
Y adoptan, según quienes los describen, cierta
apariencia humana.
No una apariencia exacta, claro, pero a la distancia
lo parecen.
Además, a la tierra, supongo que no le importan los
detalles.
II.
Aparecen por lo general en zonas húmedas.
Cerca de pequeños bosques o en las orillas juncosas
de la costa.
Sobresalen entonces, entre la vegetación y hasta
transmiten cierta tranquilidad.
Me refiero a que no parecen ajenos, o figuras
sobrepuestas.
Están en comunión, digamos, con el lugar.
En armonía.
Como siempre debió ser.
III.
Leí una vez que los onas, en la Patagonia, también
hablaban de unas figuras parecidas.
Aunque la documentación que ahora encuentro solo examina lo que ocurre cerca de Japón.
No aparecen en lugares habitados, según los estudios,
aunque no se explica los motivos.
Yo supongo, simplemente, que no es algo necesario.
Por eso decía en un inicio que estos hongos brotan
cuando la tierra evoca a las personas.
Y entonces los recrea perfectos, llenos de quieta
bondad.
Tal vez eso, de cierta forma, también sea una
evocación de la tierra.
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