miércoles, 6 de febrero de 2019

Esa es tu casa.


I.

Eliges primero un punto de luz.

Luego vas hacia él.

Lo haces crecer, a medida que avanzas.

Entras en él.

Dejas de avanzar.

Esa es tu casa.


II.

Sin embargo, ten cuidado:

No siempre es buena la luz.

No es siempre bueno llegar.

No es siempre buena una casa.

Y es que la luz permanente no es luz.

El llegar tras llegar es permanecer.

Y hasta la casa, luego de un tiempo... deja de ser tu casa.


III.

Un amigo, por ejemplo.

Él fue hasta la luz.

La hizo crecer e ingresó.

Yo creí que era feliz.

Pero luego la luz lo consumió y apareció colgado en esa casa.


IV.

Me gustaría olvidar sin más aquel asunto.

Que quede ahí, digamos, como un templo vacío.

Pero no es así.

Lamentablemente no es así.

Y es que otros viven, hoy en día, en esa casa.


V.

Tú que los ves vivir, déjalos ahí.

No es por eso que te hablo, en todo caso.

Te hablo más bien porque estoy solo.

Y porque no quiero elegir.

Y porque tengo miedo de esa casa.


VI.

Y es que al final es sencillo (y no lo es).

Eliges primero un punto de luz.

Luego vas hacia él.

Lo haces crecer a medida que avanzas.

Entras en él (o no entras).

Y dejas de avanzar (o avanzas).

¿Ya ves qué sencillo es?

Esa (tal vez) es tu casa.

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