viernes, 22 de febrero de 2019

La última roca.


Llegamos sin mayor dificultad a la última roca, pero luego subió la marea.

Como no podíamos regresar decidimos quedarnos ahí, a esperar que la marea bajara.

Sabíamos que serían varias horas, pero estábamos bien abrigados y en la mochila teníamos agua y galletas.

Estábamos así, conversando, cuando desde una lancha nos alumbraron con un foco.

No estaba a una distancia prudente como para hablarle, pero intentamos demostrar que estábamos bien.

Lamentablemente, no tomaron en cuenta nuestra actitud y un rato después vimos que llegó una pequeña embarcación de la armada.

Nos hablaron por altavoces y nos dijeron que levantáramos verticalmente las manos para decir sí y que las moviéramos horizontalmente para decir no.

Entonces nos preguntaron si teníamos alguna herida y detallaron varias situaciones de gravedad.

Contestamos todo, pero no tuvimos oportunidad de decirles que se fueran, que en unas horas bajaría la marea y regresaríamos sin problemas.

Entonces escuchamos el helicóptero.

Intentaban situarlo sobre nosotros y también nos hablaban por altavoces aunque a ellos no les entendíamos.

Minutos después lanzaron unas cuerdas y un par de tipos comenzaron a bajar hacia donde estábamos.

Cuando llegó le intentamos explicar que no había peligro. Que la marea ya había llegado a su punto más alto y ni siquiera nos salpicaba agua.

Le mostramos nuestra agua y las galletas y hasta le ofrecimos alguna.

Entonces el tipo nos recomendó que inventáramos una historia o si no tendríamos que pagar de nuestros bolsillos el procedimiento.

Bajaron después unas camillas y nos amarraron a ellas.

Luego nos llevaron así, en andas, hasta la playa.

Ahí nos revisaron un paramédico y nos tomaron declaración.

Como no quisimos mentir nos citaron al día siguiente y tal como nos habían advertido, nos pusieron una multa por el costo agravado del procedimiento.

Calculé que el monto correspondía a poco más de treinta y ocho meses de mi sueldo.

No lo pagamos, por supuesto, por lo que de vez en cuando me llegan citaciones que he decidido ignorar.

Por otro lado, el nosotros que existía en ese entonces ya no existe, y no he vuelto a ver a la persona con que estábamos sobre esa roca.

Y es extraño, porque la multa viene exclusivamente mi nombre y cuando cuento la historia poco a poco la he ido transformando, hasta hacerla desaparecer.

A veces, incluso, culpo a esas notificaciones, de que me cueste olvidarla.

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