viernes, 1 de julio de 2016

Encuentro.


Saludó con alegría y lo primero que dijo fue que estaba bien.

Luego comentó algo de mi apariencia y ordenó un pisco sour.

También pedimos algo de comer, claro.

Entonces ella comenzó a  contar distintas situaciones sobre todos estos años.

En general eran cosas agradables.

Viajes, sobre todo.

Al narrarlas, se ayudaba con fotos que mostró desde el celular.

Eran buenas, las fotos.

Mientras las veíamos trajeron la comida e hicimos una pausa.

Fue entonces que llegó el turno de actualizar mi situación.

Me sentía extraño, pero lo terrible es que no tenía mucho que contar.

Así se lo dije.

Y claro, tampoco saco fotos ni uso celular.

Ella retomó entonces algunas historias y hasta comentamos otras, que habíamos vivido juntos.

No fue, en todo caso, un mal encuentro.

Después de todo, ella se veía bien y a mí me había servido para darme cuenta que nuevamente me encontraba bloqueado.

En espera, digamos.

La conversación, en tanto, se distendió más hacia el final, tras comentar algunas situaciones y hasta reírnos un poco.

Fue un encuentro normal, en resumen.

Me refiero a que no la vi nerviosa, ni molesta, ni complicada para nada.

Mientras comía, eso sí, noté que se le metía el pelo en la comida.

Y no se daba cuenta.

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