domingo, 3 de julio de 2016

Nadie reemplazó a Li Po.



Alguien debería darse cuenta.

Darse cuenta de algunas cosas.

Ni yo sé cómo decirlo.

Y no sé siquiera, si deba decirse.


Tiene que ver con la muerte, pero no es la muerte.

Es más bien otra cosa.

Y claro, también tiene que ver con la vida, pero no es la vida.


Li Po podría decirlo.

No se me ocurre quién más.

Pero Li Po murió, según parece.

Y tal vez fue el último hombre vivo, que llegó a ese estado.


Lo terrible de esto, sin embargo, no es la muerte.

Lo terrible es que nadie reemplazó a Li Po.

Los ríos, incluso, mantuvieron su curso.

Y el vino y la belleza siguieron desde entonces brotando para nadie.


Todo es juego desde entonces.

Incluso juegos que ni siquiera sabemos que jugamos.

Amor y desamor, sobre todo… ¡pero hay tantos!

Y hasta no jugar resulta ser jugar, aunque no queramos.


Y es que nadie reemplazó a Li Po.

Y el corazón del hombre no volvió a encarnarse en otro hombre.

Y el mundo echó raíces, sin saberlo, en una vergüenza amarga.


Tú mismo, desde la pantalla en que me lees, sabes que esto es cierto.

Y llamas luz, incluso, a la radiación que emite esta pantalla.


Y es que ni tú ni yo reemplazamos a Li Po, a fin de cuentas.

Y hasta puede que muramos sin contemplar nunca, las estrellas en el agua.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales