lunes, 10 de abril de 2017

Todos los barcos en una esquina.


Ella era de las que ponía todos los barcos juntos y en la primera esquina. Ya sabes… decías A1 y le dabas de inmediato. Luego simplemente calculabas y seguías hacia el lado y un poquito hacia abajo. Le ganabas enseguida y ella ni siquiera se enojaba. A lo más después de un par de juegos cambiaba los barcos de esquina, pero simplemente tenías que probar hasta que le dabas al primero. La única dificultad era esa, en todo caso. Yo jugaba con ella un poco por cumplir. Su mamá la dejaba en mi casa y ella me pedía ese juego. Yo intenté enseñarle otros, pero no le gustaba lanzar los dados y el ajedrez era demasiado difícil para ella. Mientras jugábamos, mamá nos preparaba un jugo de naranja y ella se tomaba con el suyo una pastilla, a las cuatro. Lo recuerdo bien porque con el tiempo fui yo mismo quién se la daba. Fue por ese entonces que la atacó una meningitis y la dejó aún más mal de lo que estaba. Con mamá la fuimos a ver al doctor y ella me pidió jugar al juego de los barcos. Recuerdo que esa vez hicimos el tablero en hojas de papel, dibujando los barcos entre sus líneas. Y claro… ella volvió a ponerlos todos en una esquina. Le gané porque pensé que era malo dejarme vencer por lástima y luego le pregunté por qué lo hacía. Entonces ella me dijo que era para mantener el mar más limpio. Nada de explosiones innecesarias, me dijo. Ahora bien, si soy sincero, no recuerdo haberla vista más luego de aquel día. Mi madre me dijo que se fue a Concepción, pero en realidad no sé. Prefiero no pensar, mejor, en otras opciones. Sus barcos siempre estarán en una esquina. Ese es el recuerdo que prefiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales