miércoles, 12 de abril de 2017

Cansancio.

“Uno se cansa de la piedad
cuando la piedad es inútil”
A. C.


No sé usted, pero yo me canso.

No a la primera, pero me canso.

Y no solo de la piedad, como en el epígrafe.

De hecho, me canso de un larguísimo número de cosas.

No obstante, en vez de hacer listas, prefiero resumir y decirlo brevemente:

Me canso de los otros y me canso de mí mismo.

No es que los odie, los repudie o que dirija hacia ellos –o hacia mí mismo-, críticas sobre cuestiones irreparables.

No es eso, digamos, pero sí me canso.

Y la razón de ese cansancio puede que –ahora sí-, tenga una relación directa con la inutilidad que se menciona en la cita de allá arriba.

Y es que me canso, en definitiva, de aquello cuya utilidad no queda clara o bien establecida.

O siendo más exacto, me canso justamente de que dicha utilidad, no quede nunca bien establecida.

Extrañamente, es luego de ese cansancio –y de la renuncia a la posible comprensión de dicha utilidad-, que nace en uno la pequeña fuerza que nos lleva a superar ese estado.

Es decir, parece generarse desde el absurdo una pequeña “fuerza” que nos lleva a pasar sobre el cansancio y volver a los otros y hasta a retomar el cargarse uno mismo, aunque ni siquiera tengamos muy claro hacia dónde nos dirigimos.

¿Cansarse de los otros, entonces…?

¿Cansarse de uno mismo…?

¿Cansarse hasta de la vida porque resulta inútil…?

Supongo que está bien, a fin de cuentas.

Aceptar el absurdo, me refiero.

Y claro… buscar en él el combustible necesario para generar nuevamente el movimiento.

Insistir en eso, mientras tanto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales