jueves, 25 de julio de 2019

Un cerdo chilla, un hombre cierra la boca.


I.

Un cerdo chilla, un hombre cierra la boca.

El dicho es simple, sin duda.

Pero a veces no es cierto.

Yo he visto, por ejemplo, hombres que chillan.

Y es probable que alguien haya visto, sin duda, a un cerdo cerrando su boca.


II.

No hablaré, sin embargo, de hombres que chillan.

Y tampoco hablaré de cerdos que cierran la boca.

Diré por el momento, simplemente, que las palabras no pueden marcar límite alguno.

Luego me quedaré en silencio un rato.

Porque el silencio es digno. Y puro. Y necesario.


III.

(Ahora estoy en silencio)


IV.

Una vez, de pequeño, estaba yo escribiendo en un cuaderno.

Describía algo, según recuerdo, en el banco de una plaza.

No se trataba de cerdos chillando ni nada de eso, por cierto.

Simplemente describía el lugar, y poco más.

Entonces vino un tipo y me ofreció cambiar el cuaderno por alguna otra cosa.

Me ofreció por él una pequeña maleta vacía y una bebida

Casi igual que una escena en una película, que vi años después.

Recuerdo que lo cambié, finalmente, y fue como si me arrebataran el habla.

La descripción del mundo, digamos.

Cerré la boca entonces, como un buen ser humano.

Boté la bebida porque no tenía gas.

Y me quedé con la maleta vacía y el silencio.


V.

Un cerdo chilla, un hombre cierra la boca.

El dicho es simple, sin duda.

Pero tras repetirlo un par de veces, sabes que no es cierto.

Pasa lo mismo con otras experiencias, pero no me detendré en aquello.

Eso se los dejo a los que chillan.

Hoy, por mi parte, cerraré la boca y me quedaré en silencio.


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