sábado, 13 de julio de 2019

No tenemos más rey que el César.


-No tenemos más rey que el César -me dijo.

Yo lo miré, estaba parado firme, delante mío.

No se me ocurría qué contestar.

Conté hasta ocho antes que rompiera el silencio.

-No tenemos más rey que el César -repitió.

-Ya -dije entonces, por decir algo.

Pero el hombre no se iba.

Me fijé en sus ojos.

Brillaban un poco, humedecidos.

Parecía exigir algo, aunque no entendía qué.

-¡No tenemos más rey que el César…! -volvió a decir.

O a gritarlo, más bien, esta vez.

Intenté mostrarme tranquilo.

Tal vez era yo el que debía guiarlo hasta palabras menos crípticas… más agradables.

-¿Y es buen rey…? -le pregunté.

Él no respondió.

Pensé que no había entendido.

-El César ese… del qué hablabas… -quise explicar-. ¿Es un buen rey…?

El hombre no cambiaba su expresión.

Parecía angustiado, de cierta forma.

Intentaba calmarlo, pero no sabía bien cómo.

-Te lo pregunto porque… eh… bueno… ya que es el único que tienes… sería terrible que no fuese un buen gobernante, ¿no crees?

-¡No tenemos más rey que el César! -respondió, con una expresión molesta.

Su posición se había vuelto incluso más rígida, si podía.

Pensé en entregarle mis documentos, o hasta el dinero que llevaba, pero no sabía en realidad qué quería.

Di un paso atrás mientras quería ver su reacción.

-¡No tenemos más rey que el César…! -me gritó, como diciendo “no te muevas”.

Pero yo me moví de todas formas.

Me fijé que él se quedaba en el mismo sitio, como si no pudiese moverse hasta que yo dijera la frase que él esperaba.

Quise comprobarlo y me alejé otro paso más.

-¡No tenemos más rey que el César…! -gritó otra vez… desde el mismo sitio.

Noté que a esa distancia corría menos riesgo.

Me sentí un poco más seguro.

Ya estábamos a unos cuatro metros de distancia.

-Mira, lo cierto es que no te entiendo…

-¡No tenemos más rey que el César…! -interrumpió.

-Eso es lo que no entiendo…

-¡No tenemos más rey que el César…! -volvió a gritar, sin darme tiempo para hablar.

-No tenemos más rey que el César…! ¡No tenemos más rey que el César! ¡No tenemos más rey que el César…! -seguía gritando, desesperado.

Como no se movía, a pesar de sus gritos, decidí irme del lugar.

El tipo seguía gritando y yo me daba vuelta, tras alejarme un par de pasos, para asegurarme que no viniese detrás mío.

Cuando estaba ya en la esquina, a unos quince metros del hombre aún lo escuchaba gritar.

-¡No tenemos más rey que el César…!-seguía diciendo.

Me agaché a recoger una piedra.

-¡Cállate, loco culiao…! -le grité entonces, mientras e lanzaba una piedra, para ver si se iba.

No le llegó.

Ni siquiera se inmutó, en todo caso, cuando le pasó por el lado.

Siguió gritando, en mi dirección, como si nada.

Sin moverse ni un paso. Con los brazos rectos, a los costados.

Entonces recogí otra piedra. Y otra más.

Había muchas, en ese sector.

Volví a fallar con una, pero me acerqué unos pasos antes de lanzar la siguiente.

Pensé que incluso con la cabeza hecha pedazos aquel hombre seguiría gritando.

Pero decidí que iba a intentarlo, de todos modos.

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