lunes, 29 de julio de 2019

Vueltas al asunto.


Estuvo seis días, en el hotel.

En cinco de ellos lo vi sentado, frente a una piscina.

La actitud que tenía era siempre la misma.

Las piscinas, en cambio, eran tres.

Todas tenían un bar pequeño.

Él era siempre el primero en llegar y pedía agua mineral con hielo.

Entonces, fijaba la vista en la superficie de la piscina.

En el agua, más bien, sobre todo en los sectores vacíos.

Yo debía sacar fotos en el lugar, y mientras revisaba las del primer día, comencé a fijarme en que siempre salía aquel hombre.

Desde antes que se permitiera ocuparla, hasta después que se acababa el tiempo de uso.

Él siempre estaba ahí.

Los días siguientes comprobé que incluso se movía entre una piscina y otra.

Eligiendo siempre, por cierto, la menos concurrida.

Durante esos días, nunca lo vi acercarse a nadie ni fijar la vista en alguna persona.

Solo miraba el agua, fijando la vista en los sectores en que había menos movimiento.

Por lo general llevaba un periódico, pero solo lo miraba si la piscina se llenaba y ya no había donde posar la vista.

Y cada cierto rato, por cierto, volvía a pedir agua mineral, con hielo.

Así pasaron cinco días.

Seis horas diarias, aproximadamente, pasaba el hombre de esa forma.

Entonces llegó el sexto día.

Como no lo vi consulté con el encargado del hotel, a quien le había mostrado algunas fotos y le había comentado sobre el comportamiento de aquel tipo.

El encargado me dijo que un encargado de seguridad había ido a hablar con él, por su actitud en las piscinas.

Una conversación amable, aparentemente, aunque eso no evitó que me sintiera culpable por haber comentado el hecho.

Y es que el hombre no salió de la habitación el sexto día, y a la mañana siguiente se fue, según me dijeron, del hotel.

Más tarde, mientras seleccionaba las últimas fotos, pude fijarme en una en que el hombre miraba fijamente a la cámara.

Intenté hacer zoom en la imagen, pero extrañamente la figura del hombre estaba fija; y mientras todo crecía, en la pantalla, él mantenía su primer tamaño.

No quise pensar más en ese asunto y guardé las imágenes, sin más.

Finalmente envié las seleccionadas y un par de días después me enviaron un cheque, por el trabajo.

Nunca cobré aquel cheque, por cierto.

Fue mi precio, tal vez, para no darle más vueltas al asunto.

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