sábado, 27 de julio de 2019

Agua hervida.


Era algo así como un experimento.

Debíamos tomar el tiempo que se demoraba en hervir cierta cantidad de agua.

Bajo distintas fuentes de energía debíamos hacerla hervir.

Carbón, madera, gas natural, electricidad y algunas otras.

Luego debíamos variar la cantidad de aquellas sustancias.

Y volver a anotar, por supuesto.

Recuerdo que había que utilizar algunas fórmulas, incorporando datos.

Y verificar que la temperatura inicial del agua fuese siempre la misma.

Ya habíamos hecho hervir un par cuando nos complicó algo bastante básico.

Qué hacer con el agua hervida.

Detuvimos los experimentos para plantear la situación.

Guardamos un poco en un termo, y nos preparamos café, mientras decidíamos.

Y es que no queríamos botar el agua recién hervida.

No nos planteamos el porqué, pero coincidimos en ello casi de inmediato.

Además, cada prueba debía ser realizada con un litro de agua.

Esa era parte de las indicaciones.

Y sacando cuentas, debíamos hacer hervir poco más de cuarenta litros.

La situación era incómoda.

Ni siquiera ahora le veo mucho sentido, pero supongo que intuíamos, de cierta forma, el desperdicio de energía.

Entonces terminamos el café y miramos los escasos apuntes.

Resolvimos un par de fórmulas.

Y completamos la primera hoja del informe.

Por último, echamos a suertes quien terminaba el informe e inventaba los datos.

Perdí yo, por supuesto.

Luego no hicimos nada más.

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