jueves, 11 de julio de 2019

Un poco más.


I.

Incluso hay documentos oficiales al respecto, pero yo lo leí en el genial Monstruos y Prodigios, de Ambroise Paré.

El caso está clasificado en la sección de “ilusiones diabólicas” y hace referencia a una muchacha llamada Magdalena, sirvienta de un rico ciudadano de Constanza, quien contó a quienes la conocían que había sido embarazada por el diablo.

A partir de los rumores y ante la posibilidad que esto pudiese ser cierto -ocurre en el siglo XVI, dicho sea de paso-, la mujer es retenida en una sección de la cárcel durante el mes previo al que debía dar a luz.

Entonces, atendida en el mismo lugar, resultó que tras el trabajo de parto no hubo un bebé, sino una serie de objetos extraños que habrían salido de su vientre: clavos de hierro, trocitos de vidrio y de madera, pequeños huesos, piedras, mechones de cabello… y otras cosas igual de extrañas que se detallan tanto en el libro de Paré, como en un documento oficial que se conserva hasta el día de hoy, en los registros históricos de una biblioteca de la región.

De la muchacha no se dice más en los documentos, salvo que sobrevivió al “parto”; y tampoco hay más información de los elementos que el Diablo, aparentemente, había puesto en su vientre.


II.

En el catálogo oficial del Museo del Juguete, en Praga, se hace referencia a un muñeco tradicional para el cuidado de los niños, probablemente originario de Suiza o Italia, cuya datación aproximada es el inicio del siglo XVII. Los materiales de aquel muñeco son tan extraños como coincidentes: trozos de hueso, piedra, clavos de hierro, vidrio y cabello, entre otros.

En el catálogo, aparece una foto menor en blanco y negro que apenas se distingue, y se menciona que está fuera de exposición desde el año 2010.

No se dice más al respecto.


III.

La relación puede ser ridícula, sin duda. Y estoy consciente que no es nada original después de las numerosas películas de muñecos diabólicos y otros argumentos de esa índole. Sin embargo, a veces suelo tomarme en serio estas historias.

Las dejo acá, apenas esbozadas -mal esbozadas la mayoría de las veces-, pero lo cierto es que trato de decir a través de ellas alguna otra cosa (que no sé, en realidad, si pueda llegar a decirse).

Como casi nadie lee esto -y si se lee es poco probable que se distinga aquello que realmente se está intentando decir-, aprovecho de cerrar el texto de la forma más arbitraria posible: con una frase sacada de la página en que quedé de un libro del que estaba preparando un posible control de lectura (El caballo amarillo, de Boris Savinkov):

“Si la cruz es pesada, álzala aún más. Si el pecado es grande, comételo. Y el Señor sufrirá contigo, y te perdonará”

Una hermosa blasfemia, sin lugar a dudas.

Y poco más.

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