martes, 24 de septiembre de 2019

La naturaleza de las cosas.


Me hablaron de un niño que se convertía en zorro.

Varias personas del lugar lo habían visto en la montaña.

No solía acercarse a nadie, según decían, pero a veces podías verlo, caminando en las cercanías, cuando todo estaba en silencio, casi siempre al atardecer.

Yo había andado mucho por el lugar y creía en aquella historia.

Después de todo, varias veces había visto al pequeño convertido en zorro y hacía muy poco había visto al niño, caminando solo, en medio de los árboles.

Mientras escuchaba, otra persona planteó que tal vez era un zorro que se convertía en niño y no al revés.

Algunos le dieron la razón.

Otros mantenían lo contrario.

Discutieron por bastante tiempo, aunque debo reconocer que sus argumentos eran débiles, y hasta sonaban un tanto absurdos.

Que el niño parecía más verdadero como niño, decían algunos.

Que el niño tenía ojos de zorro, decían otros.

Yo los escuchaba, simplemente, sin participar.

Ya se habían calmado los ánimos y la mayoría de la gente se había ido cuando escuché a una señora farfullar algo acerca de la naturaleza.

La miré y ella se dio cuenta que la había oído.

Yo una vez vi al zorro y al niño, me dijo.

Los vi juntos, me refiero, en la montaña.

Pero la gente insiste en creer que el día se convierte en noche o que los vivos se convierten en muertos, sin comprender la naturaleza de las cosas.

Yo asentí y me avergoncé un poco, porque ella tenía razón.

Y entonces la vergüenza me llevó a guardar silencio.

Sin comprender, todavía, la naturaleza de las cosas.

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