jueves, 26 de septiembre de 2019

Bucear (casi) en la superficie.


Fuimos a bucear al embalse en ese entonces.

Éramos tres, más la persona que nos guiaba.

Conocía un camino por el que llegamos sin ser vistos tras un par de horas de caminata.

Nos habían convencido tras mostrarnos unas fotos de la pequeña iglesia que había quedado bajo el agua.

Estaba prácticamente vacía pues se habían llevado la mayoría de los muebles antes de inundar la zona, pero el altar y una gran cruz permanecían en su sitio.

Organizamos los implementos, nos pusimos los trajes y el guía nos recordó algunas normas.

No teníamos mucha experiencia buceando, pero el lugar era tan tranquilo que no suponía gran peligro.

La profundidad, además, tampoco era tanta.

Fue entonces que bajamos llevando unas linternas y una cámara para grabar algunas imágenes.

No estaba tan claro como hubiese querido, pero de todas formas divisamos la iglesia.

Era una típica iglesia de provincia, pensé, solo que estaba bajo el agua.

También vimos restos de otras construcciones y hasta encontramos restos de unos juegos para niños, en un lugar que debido haber sido un parque.

Llegamos de esta forma hasta la entrada de la iglesia y avanzamos con cuidado unos metros.

La iglesia no tenía bancas y estaba casi desocupada, pero extrañamente me pareció menos vacía que las que estaban en la superficie.

Grabamos unos minutos, iluminando con nuestros focos, y recorrimos el lugar.

Luego comenzamos el regreso.

Tuvimos un par de percances con cierto peligro, pero no se trata de ellos, este texto.

De hecho, debo confesar que aquí solo intento recordar una imagen.

Una iglesia bajo el agua, simplemente.

Menos vacía que las de la superficie, como decía arriba, y con un silencio que parecía hablar, poblado de agua.

Había pensado describirla en detalle, en un principio, pero ahora creo que no tendría sentido.

Y es que nada tiene sentido, o casi nada, aquí en la superficie.

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