Lanzar un centro y que se meta al arco.

"A veces no sé

de qué me estás hablando"

N. S.

Fuimos a probarnos juntos a un equipo de fútbol.

Yo era muy malo y el un poco peor, pero pensamos que sería entretenido.

Nos inscribimos y esperamos tres horas más o menos.

Luego, en la cancha, tuvimos apenas diez minutos cada uno.

Yo di un par de pases buenos y un par de pases malos.

No sirvió de nada, por supuesto.

Él, en cambio, lanzó un centro que salió desviado y se metió en el arco.

Un golazo, escuché que decían.

Yo lo vi tropezar incluso antes de hacerlo, pero a los demás les pareció un hermoso gesto técnico.

Además, como mi amigo tenía un problema a la vista, los que lo vieron chutear decían que había mirado claramente al arco.

Se escucharon aplausos.

Al minuto siguiente lo llamó el entrenador y lo seleccionó de inmediato.

Tomaron sus datos y le dijeron que volviese al otro día, para entrenar con los de su categoría.

También le pasaron un pequeño bolso en el que venía su indumentaria y hasta un par de zapatos.

Al contrario de lo que esperaba me pareció triste cuando me contó lo sucedido.

-Tú lo viste -me dijo-. Simplemente lancé un centro que se metió en el arco.

Ahora estaba preocupado pues sabía que no estaba al nivel, y probablemente los otros se burlarían y él haría el ridículo.

Tenía razón, por supuesto, pero no quise confirmárselo.

-Solo vuelve a mandar centros -le dije-, tal vez nuevamente alguno se meta al arco.

Nos fuimos en silencio, según recuerdo, aquella tarde.

Él fue al otro día, finalmente, pero me contó que no quiso entrenar.

Devolvió el bolso con la indumentaria y dijo que dejaba el fútbol.

Lo miraron extrañado, pero nadie le preguntó más.

-Al menos tú eres testigo -me dijo-, de que me habían seleccionado.

-No sé -le dije-. Yo solo vi que tiraste un centro que se metió en un arco.

-Pues con eso me basta -contestó, cerrando con eso el episodio.

Reímos un poco y después crecimos.

Nunca volvimos a hablar de aquel asunto.