sábado, 7 de septiembre de 2019

El hombre fuerte.


I.

Nosotros le decíamos el hombre fuerte. Lo nombramos así pues esa era la forma en que llamaban a un personaje de una serie que veíamos en aquella época. El de la tele tenía más músculos que el nuestro, pero estoy seguro que en materia de fuerza eran bastante parecidos. De hecho, no tengo dudas que en otra época el hombre fuerte hubiese podido trabajar en uno de esos circos itinerantes, rompiendo cadenas o cosas similares. Nuestro hombre fuerte, me refiero.

Trabajaba cargando camiones, el hombre fuerte. Tenía un overol que indicaba el nombre de una ferretería muy grande que había en esa época. Él nos explicaba que ahí trabajaba.

En una ocasión nos invitó a comer pollo asado y papas fritas porque dijo que había ganado dinero en una apuesta. Había caminado cierta distancia cargando tres sacos de cemento al mismo tiempo, según nos contó. Nosotros no dudamos, por supuesto. Incluso le preguntamos si hubiese podido cargar cuatro, o hasta seis, esperando que nos dijera que sí y admirarlo un poco más todavía. Extrañamente el nos dijo que no lo sabía y que era mejor no intentarlo. Que el hombre no puede ser más solido que una roca, recuerdo que comentó.

-¿Y por qué no puede? -le preguntó entonces uno de nosotros.

-Porque es un hombre -nos dijo, aunque no entendimos bien.


II.

Nunca lo vimos pelear, pero sabíamos que había algunos que querían medir fuerzas con él. De vez en cuando lo invitaban a jugar a la pelota y ya en la cancha buscaban hacerlo enojar, para que pelease.

Aun así, no peleaba.

Una vez estuvo a punto eso sí, porque unos tipos le gritaron algo sobre su madre y entonces el hombre fuerte avanzó un par de pasos hacia los que habían gritado, con las manos empuñadas.

Finalmente, sin embargo, se dio media vuelta y regreso a su casa.

Luego de eso no lo vimos volver a jugar.


III.

Por ese entonces los militares nos hacían salir a las calles y revisaban nuestras casas. Pasaba como cada seis meses, según recuerdo.

De vez en cuando llevaban a algún detenido aunque casi siempre los devolvían luego de un par de semanas.

Una vez que se quisieron llevar al verdulero, el hombre fuerte intentó explicarles a los militares que se equivocaban.

Y claro, como insistió demasiado lo golpearon y lo detuvieron también.

Él no volvió hasta después de un año.


IV.

La madre del hombre fuerte se fue a vivir al sur, mientras su hijo no estaba.

Era bastante mayor y creo que en Puerto Montt tenía a algún familiar que podía cuidarla.

Por ese entonces el hombre fuerte regresó y no la encontró en casa.

Ya no se veía tan fuerte y cojeaba de una pierna, cuando caminaba.

Buscamos hablar con él, pero apenas lo veíamos salir.

En el almacén le anotaban las compras en un cuaderno, pues no encontraba trabajo.

Eso lo recuerdo bien porque su hoja estaba al lado de la nuestra, en aquel cuaderno.

Un día lo vimos vender unos muebles pues necesitaba dinero para ir a ver a su madre.

Vimos entonces como los subía a una camioneta que llegó a buscarlos, con más esfuerzo del que hubiésemos querido.

Pagó sus cuentas en el almacén -lo comprobé yo mismo viendo su hoja-, y luego se fue, sin despedirse de nadie.

Nosotros quisimos ser como él, pero no pudimos.

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