viernes, 4 de noviembre de 2022

Ayuda con una cosa.


I.

Ella lo llamó para decirle que necesitaba ayuda con una cosa.

No lo saludó, siquiera, sino que lanzó la frase de ayuda apenas confirmó que era él, quien estaba al otro lado del teléfono.

Necesito ayuda con una cosa, le dijo.

Hacía tanto que no hablaban que él no reconoció, en principio, de quién era la voz.

Por lo mismo, se quedó en silencio unos segundos, sin comprender qué ocurría.

Fue entonces que ella, probablemente molesta, cortó la llamada.

Sin decir nada, por supuesto.

Y claro, segundos después que ella cortara, él comprendió de quién era la voz.


II.

Llamó al número que había quedado marcado en su teléfono.

No era el que tenía antes, según recordaba.

Ella, por cierto, cortó al menos dos veces antes de decidirse a contestar.

Cuando lo hizo, parecía molesta, y no volvió a sacar el tema de la ayuda, hasta que él lo mencionó.

Ella entonces, contestó de forma confusa, sin especificar el tipo de ayuda que requería ni la cosa que la aquejaba.

Poco después, él sintió que la conversación no iba hacia ningún sitio y prefirió no alargar más todo aquello.

Se despidieron de forma extraña, sintiendo que ninguno había hablado con el otro, realmente.

No quedaron en nada.

Tampoco se volvieron a hablar.

Ella, sin embargo, había sido ayudada y lo sabía.

Él, por otro lado, recordaba unas palabras de Brecht.

Detrás de los acontecimientos que nos comunican sospechamos otros hechos que no nos comunican.

La sentencia de Brecht seguía, por supuesto, pero él no lograba recordar con qué.

Tal vez por eso, no llegó a comprender que había sido todo aquello.

Ni distinguió, digamos, ni la más mínima verdad.

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