jueves, 10 de noviembre de 2022

Incitatus.


I.

Soñé que a lo mejor me llamaba Incitatus, como el caballo de Calígula.

No estoy seguro del todo, pero me parece que fue así.

Y es que, en el sueño, alguien me llamaba de esa forma, a la distancia.

Así, como solo estaba yo y aquel que llamaba, decidí voltearme y asumir que el hombre me llamaba a mí.

-¡Incitatus! –gritaba el hombre, mirándome.

Y yo a cada paso que daba, sentía más certeza de llamarme de esa forma.

En ese momento, por cierto, no recordaba –conscientemente al menos-, que Incitatus era el nombre del caballo de Calígula.

Tras despertar, lo recordé.


II.

Nunca fue cónsul, Incitatus.

Y de hecho, muchas de las historias que se cuentan sobre él –las palabras de Suetonio, mayormente-, no tienen mayor asidero histórico.

Lo que sí está registrado –entre las órdenes imperiales de la época-, es la ejecución de Incitatus, luego de, por primera vez, no ganar una carrera.

Primero le cortaron las piernas y luego la cabeza.

Finalmente, fue arrojado a los perros.


III.

En el sueño no vi, en detalle, al hombre que gritaba Incitatus.

O al menos, no recuerdo sus facciones ni las prendas que vestía.

Solo recuerdo la palabra que me hizo asumir un nombre que me era ajeno y que entonces dejó de serlo.

Un poco como ocurre con todo aquello que comenzamos a creer nuestro.

Tal vez fui Incitatus, me digo entonces.

Tal vez, prontamente, habré sido Vian.

No estoy seguro del todo, pero nadie está seguro.

Nunca fue cónsul, Incitatus.

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