domingo, 6 de noviembre de 2022

Como si buscase en su cartera.


I.

Como si buscase en su cartera, ella encuentra qué decirle a cada uno.

Palabras ya dichas, es cierto.

Frases armadas, aunque no necesariamente falsas.

Los otros, de hecho, las recogen como parte de un juego ya aprendido.

Valorándolas, incluso.

Un intercambio de movimientos gastados, pero válidos.

Una hilera de hombres sentados esperando su turno, sin reclamos.

La escena existe así, aferrada, entre ecos.

Entre tonalidades de grises.

Entre sombras de cuerpos indistinguibles ya, unos de otros.

Como siluetas marcadas en la roca.

Indistinguibles de la roca.


II.

El problema de fondo es que el héroe es débil.

Y es por eso, a fin de cuentas, que no hay historia válida.

No en base a acciones, al menos, como tradicionalmente se espera.

Así, sin carácter, hasta la muerte del héroe resulta indigna del rito.

No merece palabras especialmente compuestas.

Nada realmente memorable.

Por eso la mujer busca apenas en su bolso, las palabras.

Sobre su piel.

En la superficie.

Y luego las entrega.

Nada es único en la muerte de este héroe.


III.

Nadie habla de culpas, pero algunos lo piensan.

Como manchas difusas, lo piensan, sin llegar nunca a un nombre concreto.

Entre ecos, lo piensan.

En escalas de grises, como decíamos antes.

Una sola escena, difuminada.

Un héroe muerto. Pero un héroe débil.

Y una mujer que flota sobre el mundo, como en un lago de sal.

¿A quién se puede culpar, a fin de cuentas, cuando se habla de debilidad?

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