domingo, 27 de noviembre de 2022

Cómo llegó a casa.


Llegó a la casa con huellas de dientes marcadas en la palma de una de sus manos y en dos de sus dedos. Eso decía el comunicado de la madre, donde además solicitaba reunirse con la directora de la escuela y con la profesora que tenía los niños a su cuidado.

También había fotos incluidas en su mensaje. Seis archivos que habían llegado junto con el mail donde acusaba el problema y solicitaba, urgentemente, la entrevista.

La directora llamó a la profesora del niño y juntas observaron las imágenes. Una de las manos del niño estaba apoyada en distintas posiciones sobre un mantel blanco. Tal vez por el ángulo en que habían sido sacadas, las fotos se veían muy extrañas. La mano de niño, de hecho, parecía un juguete de goma, sobre una mesa, o como un trozo de carne que se ocupará luego, en un almuerzo.

No se trataba de heridas, al menos, comentaron ambas. Eso las alivió un poco. Eran solo unas marcas rojas que probablemente ya hubiesen desaparecido para cuando se entrevistaran directamente con la madre.

-¿No dice el mensaje quién habría sido? -preguntó la profesora.

-No -dijo la directora-. No aparece. Recuerde que usted también leyó el mensaje.

Era cierto.

La directora entonces conversó con la maestra sobre el niño y pidió otros antecedentes. No había nada especial. Tampoco había habido ningún otro caso de niños que se mordieran u otras agresiones. Salvo algunos empujones y un par de chicos un tanto aislados, durante los recreos.

-Puede haberse mordido él mismo -dijo la profesora, mientras observaba nuevamente las imágenes.

-Puede -dijo la directora.

Ambas se observaron, mientras imaginaban al mismo tiempo al niño mordiéndose una de sus manos.

-¿Está segura que es un buen niño? -preguntó finalmente la directora.

La profesora dudó por un instante qué contestar.

-Es un niño… -dijo entonces, algo confusa-. Es un niño.

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