domingo, 4 de julio de 2010

Musical de gordos.

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No sé por qué me ocurre que mis compañeros de juerga suelen ser gordos. Desde siempre. Calculo que en promedio cada uno de ellos me ha superado siempre en 40 kilos. No importa el lugar donde los haya conocido, la verdad es que no hay muchos puntos en común, sólo el peso… bueno, el peso y cierto gusto por el alcohol que, sin ser excesivo, se transforma de inmediato en una de las mayores desventajas.
Y es que obviamente el aguante de cada una de esas blandas moles me lleva una ventaja de 40 kilos y hay mucho más terreno donde el alcohol puede expandirse, supongo, antes de impactar en el cerebro, que también por hoy en día lo voy sintiendo un poco flaco.
A veces pienso que algo tuvo que ver mi temprano fanatismo por las películas de Bud Spencer y Terence Hill, aunque debo reconocer que me faltaría facha y un cuerpo más atlético, por supuesto, para cumplir mi rol como parte de la dupla.
En todo caso aquí el asunto no es estético, no es ese el interés ni por supuesto algo que me preocupe: cada uno sabrá qué hace con sus grasas, sus músculos, y hasta con sus glándulas, si necesita emplearlas para algo.
La cuestión aquí es señalar que, tras la reunión celebrada hasta hace pocas horas donde estuvieron presentes dos de ellos, anuncio oficialmente la construcción y diseño del primer musical para gordos, una obra de carácter exclusivo y que obviamente se grabará en formato extra-wide en un tiempo próximo.
El argumento central estaría basado en la decisión de un grupo de gordos obsesionados con alcanzar la felicidad, algo que, por supuesto, les resulta un tanto esquivo, y difícil de lograr.
Esto, no por su condición de gordos, pues todos en el mundo del film serán gordos y no existirá una contraparte a la cual la felicidad le sea más asequible o menos esquiva. Es decir, no existirá en este film la oposición característica gordo-flaco, sino que la singular y original utilización de la estructura gordo-gordo, que sin embargo seguirá siendo una oposición por razones más profundas.
Y es que los gordos de la película, entre canción y canción y coreografías lentas –ya sabemos el riesgo que pueden sufrir estos actores cuando de excesos físicos se trata- se darán cuenta poco a poco de que lo que entienden por felicidad es algo totalmente distinto.
El desarrollo de la acción, asimismo, llevará a los personajes a enfrentarse a distintas situaciones que dicen relación con su autoconocimiento, situación que originará distintos problemas de identidad y de aceptación a los gordos involucrados.
Un caso emblemático será el del gordo que descubre que en verdad es flaco cuando lo miran desde atrás, y que sólo se ve gordo cuando es visto desde frente, razón que lo atormentará sobremanera pues como ya mencionamos anteriormente en el mundo desarrollado en el musical no existirán los flacos, por lo que la espalda de este gordo será objeto constante de burlas y otras trágicas y destempladas actitudes.
Respecto a este tema, se creará una delicada escena donde el gordo flaco desde atrás –contamos además con el actor perfecto por lo que no se necesitará un doble-, interpretará una canción que habla sobre su dualidad y el temor al rechazo que lo lleva a esconder su parte trasera hacia las paredes y sombras, o derechamente rellenarse con algodones, cojines, y otros varios, su parte menos sobredesarrollada.
Pero como todo musical tiene un final feliz, -bueno, casi todos-, la búsqueda de felicidad de estos gordos ha de verse premiada hacia el final con la aparición de un Dios bastante rellenito que les dará el secreto de la felicidad, el cual, intentando adelantar lo menos posible de esta parte crucial del film, residirá oculto al interior de sus ombligos.
Así, ante este descubrimiento, los gordos buscadores de felicidad buscarán por ende su ombligo, el cual habrán perdido justamente debido a su gordura, lo que origina un nuevo problema que sin embargo puede resolverse a la brevedad, y es que en la escena final los gordos, dándose cuenta que tras haber perdido sus ombligos la felicidad les es del todo inalcanzable, terminan por dejar de lado aquel asunto y comienzan una frenética danza – se calcula que los gordos logren levantar sus pies al menos 15 o 20 centímetros del suelo-, interpretando una canción cuya idea central es que hagan lo que hagan nunca serán más pequeños o más amplios que sus sombras.
Tras esta escena, que los ha dejado extenuado, los gordos descubrirán que han bajado unos cuantos gramos, los justos para que sus ombligos vuelvan a aparecer, y, por ende, a ser posible la felicidad en el mundo-gordo de cada uno, y ahora también,- además de mundo-gordo-, mundo-feliz.

¿No les parece interesante?
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2 comentarios:

  1. Me gustó, muy interesante eso de"cada uno sabrá qué hace con sus grasas, sus músculos, y hasta con sus glándulas, si necesita emplearlas para algo".
    Buen blog y gracias por visitar el mío.

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  2. De hecho la idea de rellenar aquella espalda flaca con almohadones me ha dado un par de ideas interesantes. Muy bien delgado e raquítico hombre.

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