lunes, 19 de julio de 2010

Barba Azul.


Dando vueltas por el centro de Santiago me encuentro con un hermosa versión de Barba Azul, ilustrada por Éric Battut (Editorial Juventud, 2002). Los dibujos son sencillos y parecen casi a medio terminar, pero me parece notar en ellos cierta simpatía en la representación de Barba Azul, lo que me llama la atención, además de la belleza de los colores y el estilo de las imágenes que ilustran este texto.

Generalmente Barba Azul es dibujado poniendo énfasis en sus rasgos, bajo una apariencia malvada y sádica, ejerciendo ya, desde su misma figura, cierto dominio sobre los otros personajes que lo rodean, en especial sobre la última de sus esposas, quien ha de ser la única que escapa con vida de este perturbado personaje.

Sin embargo, reducir la figura de este personaje a un ser que disfruta del mal, -cosa que comúnmente se realiza-, me parece, fijándome principalmente en el texto de Perrault, de una inconsistencia tremenda, pues muchas de sus acciones, no se originan en un "deseo de hacer el mal", sino muy por el contrario, vienen a ser el resultado de acciones de los otros, cuya respusta, por supuesto desmedida, es lo que lleva a Barba Azul a cometer sus crímenes.

Y es que en esta figura del hombre que ha dado muerte a sus seis esposas anteriores, -que las ha decapitado y colgado en uno de los cuartos de su castillo para ser más exacto-, existen una serie de pequeños rasgos que más se vinculan con la desdicha, con la culpa, y hasta con una maldición que debe cargarse, como para reducirlos a pura maldad y desestimar todos aquellos matices.

Recordemos por ejemplo que Barba Azul se quiere casar. No quiere dar muerte a su esposa, sino que la llena de riquezas y le permite disfrutar libremente de todo, salvo de una cosa: abrir cierta puerta que se encuentra en un sector olvidado del castillo.

Sin embargo, al salir de viaje este personaje, le enrega todas las llaves a su nueva esposa: confía en ella. Le permite, podríamos decir, ser totalmente libre... no esconde la llave ni ha hecho desaparecer los cuerpos... se la entrega en sus manos, para ella decida qué hacer con ella, y cargue, por supuesto, con lo que aquella intrusión acarrea.

¿No les suena a algo parecido?

¿No se acuerdan de un jardín donde se podía comer de todo salvo de un árbol que acarrearía desgracias para quien comiera de sus frutos? ¿No recuerdan que al comer de esa fruta se sería como dioses... se podría conocer el bien y el mal...?

Pues bien, esto mismo es lo que ocurre en Barba Azul... sólo que a éste, a diferencia del Dios del Génesis, se le niega el derecho de dar muerte a sus criaturas, y, en cambio, se le llega a dar muerte por aquello.

La mujer, en cambio, se queda con todos los bienes, los reparte, y hasta se casa con un nuevo hombre que consigue, según la versión de Perrault, con ese mismo dinero.

¿No les parece injusto?

Barba Azul es un ser complejo, que espera redimirse y se pone en manos de otro para ello, entrega todo lo que tiene, menos aquello de que carece: algo que le permita a los otros comprenderlo realmente.

En cambio, los personajes y los lectores habituales del texto solemos enjuiciarlo a partir de sus actos, aunque seamos incapaces de comprender su verdadera naturaleza (su barba azul).

Y es que esa Barba Azul es la verdadera condena con que carga este personaje, aquello que origina miedo en los otros y lo hace ser rechazado, incomprendido... imposibilitado de la verdadera redención.

Algo de esto captó Béla Bálasz cuando hizo el guión para la extraña ópera de Bartók que aborda este personaje (tan extraña que no tiene arias ni dúos, por ejemplo,), aunque su interpretación del texto es conducida hacia ciertos misterios que nos permiten acceder a un alma humana, simbolizados por las siete puertas que deben abrirse hasta encontrar los cadáveres decapitados de las esposas, y no hacia lo que me interesa a mí.

Por eso, -porque para mí Barba Azul tiene algo más de ser divino que de ser humano-, es que no me sirve mucho esa interpretación ni tampoco las referencias históricas que pretenden igualarlo a Gilles de Raiz u a otro personaje parecido.

Y por eso también es que me animo, ahora que ya son más de las dos de la mañana y debiese estar durmiendo o trabajando en cosas más útiles, a contarles una pequeña versión de este cuento, que comienza así:


"Había una vez un extraño ser que tenía la barba azul. Y tener esa barba lo privó de todo, incluso de su propio nombre. La barba se convirtió en su nombre y en lo que todos los otros veían cuando miraban hacia él. Y, de hecho, al hombre mismo le fue imposible ya percibir algo más de sí, tras identificarse completamente con aquella barba, la que además lo hacía terrible y despiadado, ante los ojos de los demás.

Quizá por eso, -porque dejó de percibir aquello que en realidad era y dejó de ser visto también por los demás-, este hombre no hizo otra cosa que acrecentar fortunas, como si con ello, pudiese lograr que los otros lo mirasen realmente, y se interesaran por él, detrás de su barba.

Pero sucedió entonces que el hombre comenzó a vivir como si soñara su propia vida. Y sus sueños se hicieron cada vez más terribles y trágicos, y el hombre aquel ya no sabía si era día o de noche, ni distinguía su barba de su propio espíritu.

Y es que cada vez que alguien veía su barba -incluso él mismo-, era como si estuviesen viendo en realidad su propio espíritu, es decir, algo que no ha sido hecho para estar a la vista de los hombres, ni mucho menos para ser comprendido por ellos.

Por esto, de la misma forma como redujo su ser a su barba y su vida a sus sueños... el hombre aquel quiso entender lo que era el amor, pues pensó que aquel era la suma de las comprensiones que le hacían falta para saber realmente quien era.

Pero se equivocó el hombre. No entendió que es sumando las incomprensiones como se ama realmente y no supe que hacer con aquellos fracasos.

Dejó, por tanto, que la barba matara a sus esposas... y permitió también que las colgara en uno de los cuartos de su propia mansión, por si algún día el hombre aquel quería despertar de aquello que él mismo creía un sueño.

El cuarto permaneció olvidado. La sangre se coaguló en el suelo y el hombre quiso intentarlo nuevamente. Quiso decirse a sí mismo que aquella sería la última oportunidad, pero su sí mismo estaba hecho de un extraño pelo azul, así que no fue consciente de ello.

Se casó nuevamente, pero las cosas no cambiaron. La mujer no confió en él y no entendió qué significaban aquellos cuerpos en un cuarto... no entendió que eran el alma desnuda de este hombre que buscaba ser descubierto y pidió a sus hermanos que le dieran muerte.

Después de todo, era ella una mujer que se había casado con una Barba Azul, de la que se podía esperar cualquier cosa.

Llegaron entonces los hermanos de esta mujer, y dieron muerte al hombre que estaba detrás de aquella barba, quien no opuso resistencia.

Con el dinero de su esposo la mujer volvió a casarse y hasta logró hacer capitanes a sus dos hermanos.

Con el tiempo todos olvidaron a aquel hombre que había dado muerte y que había sido muerto.

Y es que la barba de aquel hombre lo había privado de todo. Incluso de ser recordado."

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