jueves, 15 de julio de 2010

Algunas cosas al pasar.

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Debería haberse acabado ahí el día pero en verdad comenzó otro. Me refiero a que después de varias idas y venidas con un amigo y, en momentos, con otros seres, me encuentro nuevamente en el centro de Santiago y algo -que no necesariamente es el alcohol del que no abusé en esta oportunidad-, me impulsa a tomar extrañas direcciones.

Primero busco un extraño sector donde me ha sorprendido en varias ocasiones encontrar a tres perros siberianos, fijos, como si aquel lugar les perteneciese... pero no los encuentro. No sé qué pasó pues hace apenas unas semanas estaban ahí, echados o dando vueltas por una esquina... quizá el frío los hizo buscar otro lugar. La verdad es que no lo sé con certeza.

Al final decido lanzarme sin rumbo, simplemente escojo seguir las paredes más viejas que encuentro para llegar a algún lugar. Tras caminar un rato me encuentro cn unos tipos que estaban antes en uno de los lugares en que anduvimos, en el bar The Clinic, lugar desbordante de pequeños burguesitos y otros seres que van a disfrutar de aquel micrositema antisistémico que se ha instalado casi como un bufón al que le es permitido bromear con sus superiores a los que, sin embargo, les sigue rindiendo pleitesía...

Los tipos están ahora a un costado de un auto que aparentemente se ha quedado sin bencina, son dos hombres y una chica, y hacia ellos se acercan dos o tres tipos de bastante mal aspecto y aparentemente sin ninguna clase de buenas intenciones. Miropor un momento. Decido. Me alejo. Allá ellos... total son alternativos y se han aliado con los débiles en contra de los poderosos... pues bien, ahí están los débiles... conózcanlos...

Tras otro rato de caminar paso por otro de los bares en que anduvimos, uno de un hotel pequeño, donde nos dieron vuelta una botella encima y al final pedimos disculpas nosotros... un lugar donde estaba un tipo tocando una mezcla de piano-órgano y cantando de manera tan extraña, que en un momento llegamos a distinguir tres temas distintos al mismo tiempo (una base electrónica que iba en una dirección, el golpeteo del piano que entonaba otra cosa y por último una canción bossa nova que culminaba aquella mezcla)... ahí estaba el tipo, subiendo unas cosas a un taxi y conversando con uno de los garzones. Mientras hablaba miraba hacia otro lado y dejaba que se consumiese un cigarro en una de sus manos... y con su pie marcaba un ritmo... en fin... seguía igual.

Lo cierto es que de tanto andar terminé por llegar a donde supongo me dirigía. A unos lugares donde quedaron varias casas dañadas después de terremoto -bueno, estaban abandonadas y amedio caer desde antes, pero ahora sólo eran escombros-, lugares donde a veces es posible encontrar a alguna gente durmiendo, pero donde esta vez sólo encontré ruinas. Sí aquello que fui a buscar.

Y es que supongo que algo me atrae de los derrumbes, de las formas desplomadas, de las figuras que se forman ahí a ras de suelo y que revelan algo nuevo, algo que pasa a existir luego del derrumbe de las cosas... luego de que algo en que se asentaron familias enteras termina por venirse abajo -y no me refiero, claro está, sólo a lo material-, algo existe en esos fragmentos, en esos despojos que me agrada, que me anima... algo que se revela en ellos cuando la luz los choca ahí en medio de la noche y vuelven a parecer cosas vivas, presentes, aún siendo partes de una historia que está ahí, como ofreciendo un nuevo inicio.

Quizá por eso me decido a adentrarme en un terreno donde existe una construcción deshecha, donde aún hay restos enterrados junto a las paredes: trozos de vestidos, un pedazo de acordeón... un cuadro.

Y entonces me fijo en aquel cuadro, es una foto de Audrey Hepburn... y recuerdo que hoy vi en algún lugar esa misma imagen... creo que fue en la casa de un amigo por la que pasamos apenas un momento... ahí está la imagen: la misma, el mismo tamaño... y comienzo entonces a sentir un olor ácido... y veo una pequeña muñeca justo al lado del cuadro, un pequeño cuerpo boca abajo, con el pelo revuelto...

Decido no acercarme a aquel pequeño sector. Me agacho. Quedo en culcillas junto a esos fragmentos, junto a eso que se ha venido abajo, justo ahí donde la luz también me llega. Pongo mis manos en los restos, como si aquello fuese un templo... un templo de cosas olvidadas, con un Dios que se hace presente justamente a partir de la unión de aquella luz y aquellos restos.

Lo que siento y lo que pasa luego ahí es cosa mía. Pero es algo bueno.

Y no, no pertenezco a aquel lugar. No es mi Dios el de aquel templo.

Supongo que debo irme. Me pongo de nuevo en marcha. Me siento un poco como David Banner, o como Kung-Fu.

Pero soy yo.

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